Hay días que llego a la página donde tengo que enmarcar el tropo sin nada interesante que decir. Como hoy. Y nada es nada. Pero nada de nada. Es, como hoy ha rescatado la cuenta de Vila-Matas en Twitter -¿la llevará el propio Enrique?- lo que dice Miguel Ángel Hernández en su nuevo diario -y él sí la lleva-; algo así, algo más o menos así, lo siguiente que copio y pego:
«Escribir que no escribes es también un modo de escribir. Tal vez ese sea el sentido último de este diario. Escribir mientras llega la escritura”.
Miguel Ángel Hernández el 12 de mayo, en su diario de La Verdad
Es una versión de escritura. Preferirías no hacerlo, pero escribes.
Y miras tu Bic. Y cuentas bolígrafos Bic. Y te produce placer comprobar cómo se va consumiendo un Bic. Algo tan simple como un Bic. Así es la escritura: escribir. Escribir como hoy escribían setenta y tres bolígrafos Bic. Sujetos con nerviosismo, respetando los márgenes, colocando las tildes, expresando lo que el cerebro conservaba, regurgitando, al fin y al cabo, un saber. Algunos, seguro que han descrito el salto de Melibea al vacío y habrán cerrado los ojos como esperando el golpe mientras escribían el punto y seguido. Otros, el tropiezo de Calisto, cómo se mató, pobre. La nobleza obliga a ser ridículo. O la pérfida y cellenca Celestina. Sí, hoy he contado setenta y tres bolígrafos Bic. Setenta y tres de los noventa alumnos que se han examinado del Cid, Celestina y de las construcciones concesivas, han utilizado bolígrafos Bic. En sus dos variantes: la Bic naranja, minoritaria, y los del Bic azul, mayoría. Dos bandos, como siempre. Azules y naranjas. Como ahora.
Y escribir mientras llega la escritura, o en este caso, el aprobado.