Hay quien se conforma con una conversación literaria entre dos tazas de café con azúcar moreno. Hay quien cuenta estas reuniones de una manera espectacular que no es la mía. Yo no sé narrar ni se me espera. Yo leo, e invento antes de irme a la cama las tramas más espectaculares, que se quedan dentro, incluso cuando ya, más adentro de la cama, cierro los ojos y redoblo los esfuerzos para continuar con la historia hasta que el sueño me vence. Ocurre que no escribo nada, por pereza y falta de ilusión literaria. Me conformo con las migajas que caen de la mesa de los epulones literarios. Moríos, leía ayer en un tuit de Pérez Andújar dedicado a Jardiel y que rescato para que fijéis los pies al suelo porque recordad, levitar os hace ridículos. ¡Nadie levita!
Tal día como hoy. pic.twitter.com/O0HctBSsqE
— Javier Pérez Andújar (@sanadrianfever) 18 de febrero de 2017
Pero esta entrada tenía como fin un subrayado. Mi devoción por Vila-Matas es particular y sabida en mi casa y a la hora del recreo y del ochío. Media balda de mi biblioteca lo demuestra, mirad la fotografía. Es particular porque su literatura es singular y me fascina. No he leído a nadie que encarne de manera tan auténtica y patente la simbiosis entre lo que escribe y lo que revela y demuestra en sus entrevistas (muy fan de ellas). Se comporta como escribe y esto me resulta fascinante en un escritor. Le falta Twitter pero esto es un detalle menor. Ser espectador de una entrevista de Vila-Matas es eso, un espectáculo para este siglo y que demasiados listos y listas se están perdiendo. Saciaos en YouTube. Insisto, fascinante.
Decía que esta entrada tiene un porqué. El porqué es que observé en las estadísticas del blog un repunte procedente de Vilnius, el blog de Vila-Matas. Pinché sobre el vínculo entrante y encontré esta entrada de Vila-Matas que exponía un fragmento de la entrada de La manía de leer en la que escribía sobre Marienbad: esta. Este hecho me perturbó porque imaginé que alguien había leído —intuyo que el yo narrativo de Enrique que podía no ser Vila-Matas— mi entrada sobre su libro y la enumeró junto a otras referencias sobre su web. Porque ¡vaya web!: algo único dentro del panorama literario español. No solo se ha inventado —casi de la nada— su propio género literario sino que además ha reinventado la forma en la que un escritor debe significarse en Internet. Su web parece un mundo paralelo a cualquiera de los creados por tipos como Tolkien (es un ejemplo). Por su autorreferencialidad, sus vínculos, sus ¡recomendaciones! (tan magníficas y oportunas) y la armoniosa construcción y encarnación de su literatura. Mi única pregunta, la primera pregunta que le haría a Enrique Vila-Matas sobre su web y su blog es: ¿Los mantenéis vos? ¿La engendra, cambia, publica y lanza solo? O como supongo, es más comprensible, existe alguien (imaginad, ¡un personaje!) que la mantiene (para mí y mi intuición es una mujer —no me preguntes por qué—). Sí, esa sería una pregunta que satisfaría mi curiosidad de fan lector.
Me sentía en deuda y desde aquí, espero que lo lea, se lo agradezco. Gracias, Enrique. Dije en esa entrada algo que siento y que palpo. Es una web ejemplar para media humanidad de escritores. Y estaba en su web cuando no sé ni cómo ni por qué salté a su Café Perec y me percaté de que no había leído su último artículo y que tampoco extraje el libro para esta biblioteca que estoy construyendo: Biblioteca Café Perec. Del último artículo extraje los libros Veinte líneas al día y Cigarette de Harry Mathews que ya he comprobado que van a ser difíciles de encontrar. ¿Quién me los presta? Mi primer intento ha sido infructuoso. Es más, quería contarlo en otro sitio que no fuese aquí porque después de leer ese artículo y actualizar Biblioteca Café Perec en el blog he sentido unas irrefrenables ganas de crear un blog muy personal para escribir veinte líneas al día y empezar a dar forma a los colores de las historias que aparecen justo antes, siempre justo antes de irme a dormir, cuando ni sé dónde están los lápices ni los cuadernos, estoy en pijama y muerto de sueño.
Gracias, Enrique, por citar La manía de leer. Que el rico epulón se acuerde de un tipo como Blumm es un placer y un honor.
Y hoy quiero acabar esta entrada insertando una fotografía. La que tomé ayer por la mañana en una cafetería de Jaén. La historia es que tuvimos que visitar la biblioteca porque R tenía libros en rojo, es decir, con plazo vencido. Además el viernes olvidé sacar El año de la peste, de Defoe. Quería con él grabar un vídeo junto al otro libro que refiere otra peste, Némesis. Puedes suscribirte al canal YouTube para no perderte ningún vídeo. Ayer aproveché y saqué el libro de Coetzee que fue el origen de que leyese a Defoe y a Némesis. El tomo I, que leí y el dos que no lo leí. A ver si multiplicando alguna hora del día resulta su lectura, que va a ser difícil. Y bien, ¿para qué escribo todo esto? Para contar que apareció ante mí Javier Marías. R quería el último cómic de Lucky Luke y decidió invertir su paga en él. Fuimos al kiosko y cuál fue mi sorpresa al divisar, tirado en el suelo, enfrente del kiosko de prensa, a Corazón tan blanco en una edición de Anagrama (hoy habla Alberto Olmos de él). Y es que había estado escuchando y leyendo estos días a Marías, que si su reedición de Corazón tan blanco, que si gracias a él pudo empezar a vivir de la literatura y que allí estaba para mí. Y lo compré por dos euros. Los libros, quedó demostrado, acuden a ti cuando piensas en ellos. Quería contar esta singular mañana que pasé ayer con L y R, mis hijos. Lo demás no os interesa. Pero era sábado, imaginad.
Deseo que sigas disfrutando del poco domingo que te queda, leyendo, ocurra lo que ocurra.