Si no estás en la pomada de dos o tres series es difícil integrarse en una conversación, dice Gistau. Pues depende, Gistau, depende. Yo no veo series y converso, y pomada me doy en los zapatos para que no se agrieten. La primera razón es sencilla: no tengo tiempo. La segunda todavía es más sencilla: me parecen una pérdida de tiempo. La tercera: no sé, será la edad; casi cuarenta y tantos. Otros intereses, otros combos. Tienes cuarenta y tantos, es mi caso, hasta que cumples los cincuenta. Entonces pasas de los cuarenta y tantos a los cincuenta en un año. Eso me alegrará lo suficiente para encarar la década de los cincuenta y tantos hasta donde Dios quiera. Ojalá que los sesenta, ¿no Dios? Yo creo en Dios, por eso me consideran un cipote. ¡A mi edad! Pero hablábamos de series y yo hablo, por ejemplo, de Sergio Gaspar y del exquisito texto que nos ofrece y que la editorial Trifolium apendiza al final de Nemrod-Nembrot. Sabiduría. O lechuzas, da igual. Hay conversaciones en torno a Sergio Gaspar y DVD, por ejemplo, Gistau, no sé. Y en torno a la pobreza literaria del mercado editorial actual, valga la aliteración. De esto en las series apenas se habla, por lo que oigo. Lo que se está perdiendo la gente por no leer fuera de los canales de siempre. En las series, lo de siempre. ¿A quién van a engañar? Putas celestinas y donjuanes amanerados. Violadores en serie y tíos fornidos que cortan cabezas y rabos. Lo de siempre desde hace dos mil y pico años. O más, para qué ahorrar. El hombre en diferentes caldos de cultivo sometido a equis intereses. Prededibles pasatiempos. Sexo siempre, que no falte. Siempre sexo. Salpican con sangre. Sangre y sexo. Celos y rencillas. Revanchas y bravucones jueces del Talión. El sexo que no practican cuando acaba la serie. Eso sí que es jodido. Después surgen los replicantes que anhelan practicarlo como se hace en la serie y claro, las gentes se deprimen. De las series, que son todas ficción, no sé si lo sabían, se extraen mentiras sabidas sobre el hombre, mentiras que ya fueron inventadas; puro estraperlo, chanchullo para tres, cuatro a lo sumo. Es el ocio del capital: ver series. Es propio del sistema que tantos critican desde el lado opuesto. Es, al final, pura esquizofrenia, o hipocresía, vidas configuradas en compartimentos estancos. De locos. El espectador pierde. Se echa el cigarro y disfruta el cigarro mientras se lo fuma, como una serie. La realidad es diferente. La realidad de las 6: 40 h es otra. Si afrontas el día como una mentira, como hacen las series, ya ves, pura parodia existencial. Y después, gástate el sueldo en psicólogos. Eso machaca. Hay existencias espachurradas por las series, Gistau. Háblame de esto un día, si te atreves. Se preguntarán que qué veo: ahora no, por favor. Bueno, les susurro: ¿conocen a Conor McGregor? Me he hecho fan. Ya, soy un cani, pero acabo Nembrot y les cuento todo. O combino, es decir, reinvento. Prefiero la prosa de riqueza literaria a la fuerza, pero la fuerza, reconozcámoslo, sirve para sobrevivir. Esto va en uno, y en los cuarenta y tantos.

«Eso machaca.» Cuánta fuerza en dos palabras, qué vigor y qué elegancia le han dado a tu tropo de hoy.
(Leer requiere esfuerzo, hoy, si no hay inmediatez, si el platillo no proporciona un sonido facilón, desechando que es gerundio.)
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