Contar a qué he dedicado la tarde del domingo es sonrojarme: he releído algunos fragmentos de El libro de los mapas mentales, de Tony Buzan y he estado escaneando. Quería refrescar algunos de los conceptos que hacen de los mapas mentales una potentísima herramienta de trabajo intelectual, que, la verdad, tengo infrautilizada.
De entre todos los párrafos que he leído, transcribo dos. De otros, han resultado imberbes mapas mentales, que parecen dibujados por un colosal principiante. Pero mejoraré. Esa es la garantía que te extiende Buzan cuando abres su libro. Además, soy muy crédulo.
Las personas suponen que son incapaces de crear imágenes porque en vez de entender que el cerebro siempre alcanza el éxito mediante una experimentación continuada, confunden el fracaso inicial con una incapacidad fundamental y lo consideran como la medida auténtica de su talento. Y por ello dejan que una capacidad mental que podría haber florecido con toda naturalidad se marchite y muera.
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En un ejercicio como éste, es esencial que todos superen la idea preconcebida de que les hacen temer que las imágenes que dibujen serán «malas». Por malas que puedan parecer las imágenes iniciales, gracias al proceso de ensayo y éxito (no de ensayo y error) propio de la naturaleza humana, simplemente formarán parte del primer estadio experimental a partir del cual empezará la mejoría, continua e inevitable.