Es el modo de ver la historia. Ese es el quid.
Llevo dos días leyendo historias sobre Camilo José Cela: de Ansón, de Olmos, de Benítez Ariza… y algunos tuits cachondos, graciosos, irónicos sobre la figura y la obra de este santo español que nació hace cien años. Curiosamente, no atisbo en ningún texto, quizás porque se sobreentienda, mención explícita a la censura que La colmena sufrió en esa otra España recién inaugurada. Pero sí, y con repique de campanas, que Cela fue un hideputa censor del régimen. Muy hideputa.
Por eso hoy, para contrarrestar los balazos que está recibiendo el pobre —sin ser tampoco, he de reconocerlo, santísimo de mi devoción— traigo un documento singular, páginas de una historia de la literatura mona, avispada, muy amena y colmada de datos curiosísimos que conseguí hace unos años en una librería de viejo de Córdoba: me refiero a la de Martínez Cachero (Castalia, 1986). Huyo de las introducciones, prólogos y finalidades; también de los dimes y diretes de por qué me animo a dar un portazo allí y abrir una puerta aquí, nada, nada, ya saben, tempus fugit! A palo seco.
Pero es que además, Cela nunca podría llegar a afirmar las palabras que Rafael García Serrano, autor de la también censurada La fiel infantería, dijo sobre el temido aparato inquisitorial del Régimen: «Aquello perjudicó mi carrera. Estaba embalado y me caí de la bicicleta. Tardé en reponerme y creo que aún no me he repuesto del todo».
Hay evolución «ideológica» en Cela, y literaria. Por supuesto. Quería sobrevivir y vivir de las letras, sin ninguna duda. Lo consiguió, envidias afines aparte, incluidas las del siglo XXI. Por este motivo, a mí me hubiese gustado, no os miento, dar con la carta original en la que Cela se ofrecía como delator del santísimo reino de España. Pero no la he encontrado. Una pena. Ahora, que me ha dado por la «literatura de investigación y de estudio» no he sido capaz de localizarla. Y pido: si algún lector pudiera facilitarme la referencia real, tangible de la imagen de dicha carta, el jotapeJé o el pédefe, la carta escaneada con su marbete que atestigüe la antigüedad y originalidad, por favor, que me la vincule, o que me la envíe al correo para poder mostrarla como una golosina en el patio de un colegio y aquí, en el recién estrenado blog. Mientras, puedo dudar de lo que me dé la gana y ser ingenuo si me place. Aquí nos gusta trabajar con documentos originales, como nos enseñaba Galdós, aunque él lo hiciera para hacer literatura y nosotros, para deleitarnos con la literatura de otra época, con la literatura de investigación, que es esto que me acabo de inventar. Este es el Docs donde Martínez Cachero cuenta la historia de La colmena prohibida (págs. 112 y 113). Es un fragmento extraído de su libro La novela española entre 1936 y 1980 editado en Castalia en 1986. Antes de escribir sobre La colmena, Martínez Cachero se entretiene con La fiel infantería (novela de Rafael García Serrano que no he leído pero que leeré pronto). Incluyo esta referencia porque en el fragmento dedicado a La colmena se hace mención, en las notas a pie de página (la número 129), a dicha novela. Son cuatro páginas que merece la pena releérselas. Disfrutad con estas anécdotas que trajina ella, sujeto, la literatura.