
«Me calientan la ropa antes de vestirme. Ojalá hubiera conocido antes este lujo», reconoce Mildred Bevel, protagonista de Fortuna, novela donde fluye el dinero, se gana y se invierte, se inyecta y se dona, pero donde a nadie se le sube a la cabeza. Este es el decorado. El dinero es pura fantasía, y como mercancía fantástica que es, ni puede comerse ni puede abrigarte, aunque represente toda la comida y toda la ropa del mundo: jugoso, ventajoso, mayúsculo, ¿verdad? La fortuna que amasa Benjamin Rask se convierte en el caballo sobre el que cabalga la historia, como savia fue en El gran Gatsby yen Los cambistas, de Sinclair, o en El financiero¸ de Dreiser. Pero Fortuna nos fascina cuando calibramos los intereses que alimentan las relaciones que se dan entre sus personajes, comprendiendo así, la mutación a la que se verán sometidos.