Fue el gitano quien mejor entendió a Rulfo

Fue mi alumno, el gitano, quien mejor entendió el cuento. El otro día les leí, a uno de mis grupos de 1.º ESO, «¡Dile que no me maten!» de Juan Rulfo. Después me pregunté por qué F. llegó hasta el tuétano de esa portentosa narración. Por qué se divertía explicando el cuento a sus compañeros. Alto: si no has leído el cuento, deberías hacerlo antes de irte a la cama y antes de seguir leyendo esto. Lo vinculo. Es fácil.

Tengo un libro a medias que empecé sobre Rulfo. El autor es Rulfo, de hecho, y lo conforman las conferencias, ensayos y entrevistas que concedió. Se titula Una mentira que dice la verdad. A Rulfo le producía angustia escribir; «el papel en blanco es tremendo», decía. En la entrevista que le concede a Ernesto González Bermejo, en junio de 1979, Rulfo respondía qué era para él la literatura. Las líneas de esa entrevista, todas, me atrevería a afirmar, dibujan un programa de escritura espectacular. Es preferible, por tanto, que te hagas con el libro antes de matricularte en una escuela de escritura creativa de esas para aprender a escribir ficción. Después de su lectura, te lo piensas.

¿Qué era para Juan Rulfo la literatura? Para él era… Así le contestaba a Ernesto: «Una mentira. La literatura es una mentira que dice la verdad. Hay que ser mentiroso para hacer literatura, esa ha sido siempre mi teoría. Ahora que hay una diferencia importante entre mentira y falsedad. Cuando se falsean los hechos se nota inmediatamente lo artificioso de la situación. Pero cuando se está recreando una realidad en base a mentiras, cuando se reinventa un pueblo es muy distinto. Aquellos que no saben de literatura creen que un libro refleja una historia real, que tiene que narrar hechos que ocurrieron con personajes que existieron. Y se equivocan: un libro es una realidad en sí aunque mienta respecto a la otra realidad».

He vuelto a releer el cuento de Rulfo. Hace unos minutos. Me estremece cada vez que lo leo. Es el cuento que entendió a la primera mi alumno gitano. Es inteligente. Es un gitano muy inteligente. Tiene apenas trece años, pero es el más inteligente de su clase. Eso lo pienso yo. Y su madre, supongo. Él lo demuestra con hechos, siempre que viene a clase. Porque no viene todos los días. Es gitano y está en una guerra. Diría, incluso, que F. es de altas capacidades, pero sin instrumentos para desarrollarlas académicamente. No le faltará de comer, desde luego. Él acude al instituto, y así te lo dice, para obtener el graduado escolar y poder sacarse el carné de conducir para ayudar a su padre con la furgoneta. E ir de mercadillo en mercadillo, de pueblo en pueblo. Por Mágina y sus pedanías. Le gusta leer. Y le gusta escribir. De hecho, en una de las horas que viene a clase se dedica a escribir una historia por capítulos. Quiere ganar los doce mil euros de un premio literario que le comenté. Infantil y juvenil. Se lo dije, y se puso a escribir como un payo. Aspira al graduado, pero podría hacer carrera porque fue el único que le vio el busilis al cuento de Rulfo. No sé si porque esa mentira que contaba el cuento le decía una verdad, le mostraba algo de su día a día o qué. No lo dudo. Quizá Justino sea en realidad la recreación de una realidad reinventada para mi alumno gitano. El cuento no refleja ninguna historia real porque es una realidad en sí que es mentira de otra realidad que sucedió, pero el gitano la descubrió. Por eso entendió el cuento a la primera, y por eso será feliz, porque supo leer un cuento de Rulfo. De la única manera.

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