
Ayer, antes de acostarme, vi en Twitter que algunos usuarios habían subido como foto de perfil una de su infancia. Me pareció una idea original. Era una forma, interpretaba, de rendir homenaje a la ilusión que teníamos cuando éramos niños y a la desilusión que mostramos ante una realidad rara y en parte, ajena, tan distante a la concepción del mundo que teníamos cuando éramos chiquillos. Las ilusiones rotas nos han hecho madurar. Y recapacitar. Así que, como por ensalmo, me vi buscando entre un lote de fotografías que me dio mi madre hace tiempo alguna graciosa. Y encontré la que acompaña a este artículo. No sé la edad que tenía. Quizás siete u ocho años, o nueve, diez, no sé calibrarlo bien. Calculo mal. Pero subí la foto a mis redes sociales, a Twitter e Instagram, casi de manera refleja. Fíjense a qué punto de domesticación he llegado. Pero bueno…, mientras la subía recordaba aquellas mañanas de Reyes en las que se volvían a cumplir algunas de tus infantiles ilusiones. Desde esa foto hasta hoy, cuántas se han cumplido y cuántas han sido determinantes para forjar tu carácter, tus hábitos y creencias y la familia que has conformado, tu trabajo y tu vida, en definitiva. Quieres olvidar las que no fraguaron y solo piensas en el niño que fuiste con un castillo lleno de ilusiones como el de Santa Catalina que se ve de fondo, hoy Parador de Jaén. En realidad no envidias al Blumm niño porque de aquel zagal del setenta y tantos puede que solo haya quedado esa sonrisa con la que sigo apareciendo en algunas fotos y selfis que me hago. Una sonrisa. Esa es la auténtica herencia que me ha dejado el pasado, la sonrisa de esta foto. Y es la mejor herencia porque quien sonríe y está alegre es porque por dentro está medio bien, porque conserva un buen estado interior, porque los ingredientes que conforman su vida parecen saludables. Porque cree, incluso. Así que ahora, te pregunto: ¿Cabe mejor regalo de Reyes comprobar cómo sonríen las personas que amas y con las que día a día bregas? No, no hay mejor regalo en la vida que ese. Por eso hoy deseo de verdad que disfrutéis con la sonrisa de los demás. Su sonrisa es parte de la buena vida. Termino estas letras sin meter ningún punto y aparte. Son las ocho de la mañana. La ilusión de todos los años me ha hecho levantarme temprano. Estoy en la cocina de casa tomando café, escribiendo esto en el editor de WordPress y esperando a que se despierten los que van a sonreír. No puedo entrar en el salón, donde están los regalos. Así que pongo Radio Clásica, como siempre, y termino de escribir estas letras. En el programa que emiten, «Música a la carta», suena el himno a la alegría de Beethoven. Esto no se llama serendipia sino Omnia in bonum! ¡Felices Reyes!
Qué bonito artículo para el día de REYES. Ese Blumm sonriente era ya el rey que sigue siendo hoy.
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El recuerdo de esa sonrisa me tiró hoy de la cama. 😘
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Recuerdo nuestra amiga la araña que se escondía en la rendija del ventanal y las historias de motos y cristianos que se desarrollaban en ese «repecho» coronado por el castillo…
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Aquellos lejanísimos tiempos nos alimentan aún…
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Me ha recordado la primera novela de George Perec, Las cosas. Los deseos, las expectativas versus realidad. Saludos.
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No la he leído. Me la apunto, Aurelio. Muchas gracias y feliz día de Reyes
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