Vienen de Islandia a darte ideas. De locos. Ayer practicaba la segunda parte de una costumbre islandesa: el Jólabókaflóð, que consiste en regalar libros y pasar la Nochebuena leyendo y saboreando una taza de chocolate. En realidad, en casa teníamos de todo, pero ni los libros eran regalados ni el chocolate era a la taza. Así que me prometí para el próximo año cumplir con la tradición islandesa en este rincón de Jaén. Esta Nochebuena solo completé la parte donde se descubría un libro ya que después de cenar me puse a escudriñar mi biblioteca. Los villancicos ya estaban cantados. Fue cuando detecté un título que llevaba insinuándose mucho tiempo y con el que me había dicho decenas de veces «esta semana lo empiezo». Pero ahí seguía inexplorado y en la estantería imaginaria de los no leídos. Ahora se ha convertido en el libro que quiero terminar antes de que lleguen los Reyes.
Se trata de La saga / fuga de J. B., de Gonzalo Torrente Ballester. Hoy, mientras leía la introducción, recordaba a Javier Avilés, que me había dicho en una ocasión que estaba tardando en disfrutar de tanta genialidad. Así que regresé a su blog para releer algunas de las entradas que aparecen cuando buscas «la saga fuga»: resultados espectaculares.
Pero el motivo por el que escribo estas letras es por el texto que he encontrado en la introducción que escriben Carmen Becerra y Antonio J. Gil González. Ahora está justificada mi decisión para leer La saga / fuga de J. B en Navidad. Es una novela navideña, o al menos una novela para la alteridad navideña:
“El sujeto narrativo comparecerá, pues, en el primer capítulo, reclamado desde el universo entrevisto en el Incipit, para dar vida a ese mismo mundo y encarnar en última instancia a todos y cada uno de sus personajes. Este José Bastida bien podría ser una alegoría narrativa de la epifanía cristiana, de un God-like author, verbo hecho carne para redimir con su sufrimiento a la comunidad, pues es simultáneamente padre-autor, hijo-personaje, y espíritu común de todos los J. B., uno y múltiple, creador, creado y a la vez partícipe de todos los seres de su creación. Pero también formará parte de un juego de espejos y desdoblamientos que, como siempre, bajo el signo de la ambigüedad, unas veces mostrará abiertamente y otras encubrirá las costuras de esa misma evidencia. En cualquier caso, conformará la maquinaria de relojería que sustenta tanto el dispositivo enunciativo, como la estructuración formal y, a la postre, la materia argumental de todo el relato”.
En la introducción biográfica y crítica de la novela. Castalia, 2011