Día 10 de diciembre de 2022, sábado.
Ayer, por serendipia, leí dos textos que estaban inextricablemente relacionados. El primero lo leí en una entrada del blog “Hijo del barro”, de Alfonso Paredes, donde este valoraba la posibilidad de abandonar la costumbre de escribir todos los días una entrada en su blog, que era en realidad como decir que valoraba la posibilidad de romper su rutina de escritura diaria, romper el sine die de su diario. Una pena, desde mi punto de vista. Aquí: https://hijodelbarro.wordpress.com/2022/12/09/343-donde-g-me-anima-a-perseverar/
El segundo texto apareció diez minutos después. No me fui a Twitter, como hubiese sido la costumbre, puesto que me he propuesto abandonarlo y dejar de visitarlo y dejar de malgastar mi tiempo ahí. (De hecho, las publicaciones que aparezcan estarán automatizadas, como esta. Llevo diez días sin Twitter y sin Instagram. Paz.) Así que, mientras Países Bajos intentaba la gesta, revisaba algunos cuadernos sin más fin que releer notas pasadas que me trajesen alguna inspiración o instantánea de mi pasado. Y justamente pasaba las páginas del cuaderno de marzo de 2020 cuando aparecieron las tres citas siguientes, que si bien aparecen deslavazadas, conformaban parte de un artículo de Trapiello que escribió en “La Vanguardia” el 31 de ese mes. Sin dudarlo, esas citas, desde mi punto de vista, estaban relacionadas con lo que había escrito Alfonso Paredes en su blog:
La novela de la vida la escribimos entre todos y cuanto más ordenadamente lo hacemos, más placentera es su lectura.
Andrés Trapiello
En la mayoría de los casos esa rutina que se han impuesto y que en cierto modo les esclaviza, es la única que les permite ser enteramente libres en algún momento de la jornada.
Andrés Trapiello
Incluso sin tener nada que contar, Azorín dice de El licenciado Vidriera: “Si nuestro Tomás hubiera consignado en un libro los sucesos que le habían acaecido durante la vida, este libro debería titularse Diario… de nada. De nada, y, sin embargo, de tanto”. Este diario de nada es tal vez el más difícil de los diarios, pero no es hora de preceptivas literarias.
Andrés Trapiello
Intentaba localizar el artículo donde aparecieron y di con en este reciente vídeo de Trapiello, donde precisa algo interesante sobre sus diarios. Es más, pienso que es el mejor consejo que puede recibir alguien que decide empezar a escribir sus diarios. El consejo está al final del vídeo, que es muy cortito, por lo que merece la pena verlo entero. Ahí revela que a menudo le preguntan que cómo es posible que lleve veintitrés tomos de un diario a lo que él siempre responde lo mismo: “porque no hablo de mí mismo”. Desde luego que esa perspectiva del autor y del narrador parece garantía de éxito.
En otro orden de cosas, el vídeo comienza con una crítica al bibliófilo, que por supuesto comparto. Me ha hecho gracia el símil de las bragas que utiliza:
El bibliófilo es un… en realidad es como una definición un tanto pornográfica de los libros. Yo me imagino al bibliófilo como ese fetichista que cuando veo a alguien que abre un libro por la mitad y empieza a oler el papel viejo, siempre me parece a ese fetichista que coge las bragas de una mujer y empieza a aspirar. Lo encuentro un poco asqueroso todo eso y no me gusta nada.
Andrés Trapiello. Transcripción de un fragmento del vídeo “Hay gente con bibliotecas increíbles, pero que no ha leído ningún libro”.
Las fotografías las subo para Andrés Trapiello, por si por serendipia entra y lee todo esto. Trabajo actualmente en ese instituto y fue lo primero que “exigí” ver. Para que Andrés disfrute también con ellas aunque quizá ya haya visitado el aula de su Machado:



Un comentario en “Día 10.º sin TWIG: Diarios”