Día 6 de diciembre de 2022, martes.
Ayer pensaba que, si mi intención era abandonar y automatizar Twitter para que solo me sirviera de escaparate para este blog y demás artilugios cibernéticos, qué hacía mi foto y mi nombre allí consignados. No tenía sentido, por lo que hoy a primera hora entré para borrar mi fotografía, mi nombre de pila y apellidos, la mini biografía que allí escribí y dejar solo la dirección de este blog y la de las glosas en Substack. Te lo demuestro, mira: https://twitter.com/blumm
Hecho esto, me sentí mejor. Me salí de la sesión y hasta luego, Twitter. También me sentí mejor y de alguna autoestima me impregné cuando comprobé que fui capaz no solo de entretenerme ni hacer scroll sino que ni consulté las menciones pendientes. Entré, borré todo, cambié la foto por la que tengo en Glosas de Blumm y andando. Un venividivici en toda regla.
Esta serie «Sin TWIG» se está convirtiendo, en realidad, en una terapia de desintoxicación de Twitter e Instagram. A Dios gracias. Me siento bien.
No obstante, uno es de carne y sucede a veces, cuando lees alguna noticia, que te entran ganas de entrar y ver cómo la trata Twitter, pero al final obvias la incursión porque sabes a qué te expones y bueno, el cogollo siempre está en el medio de comunicación, no en Twitter. Twitter es un escaparate. Hoy, por ejemplo, en The Objetive, me topaba con este tropo, que entrecomillo más abajo, relacionado con la censura que ejerció Twitter, https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2022-12-06/twitter-juego-arbitrario-corrupto/:
El FBI es una institución corroída por la corrupción. Es como una Junta de Andalucía gobernada por José Antonio Griñán, pero con el poder del Estado con más medios del mundo.
José Carlos Rodríguez en The Objetive
La comparación es divina, Twitter es un escaparate y recuerda, mañana es miércoles, España ha perdido y pasado mañana, fiesta cristiana, como la Navidad.
Mañana hablo de Instagram. Tengo el escaparate preparado:
