Día 1 de diciembre de 2022, jueves. Dos promesas cumplidas. Una, no entré a Twitter. Dos, ni me acordé de Instagram. Vi sin el teléfono el partido, y me encapriché con Japón. Perdió España por los aspavientos de Unai. El cuaderno ha cobrado brío y color. Sin Twitter e Instagram, todo es tiempo y pasión. Descubrí un Uni-ball redwine bonito. Una pega: su tinta se corre. Pero da igual, el Pilot Vball negro es water, waterproof. Y eso me basta. Escribo desde el móvil, sin transcribir desde ningún sitio. Leí veinte minutos hoy. Nada. A Sertillanges, que me trajo una cita de Schopenhauer: «Cuando uno no escribe más que de lo que ha leído, nadie lo lee». Viniendo de Schopenhauer quizás me tumbe el Substack. 2023 será diferente. Tiene que ser muy diferente. Dejar de escribir sobre libros. Ojalá sin Twitter, ojalá sin Instagram. Ya veremos. Restan 60 promesas más, y salto al vacío. Dios dirá. Ahora foto de cómo ha quedado la vista diaria del bullejournal. Foto y a la cama. Mañana más, claro:
