Todo blog termina convirtiéndose en una miscelánea de asuntos que le interesan a su autor. Nunca aposté por el blog especializado, aunque en este blog mis intereses son, sobre todo, literarios. De hecho, la mayoría de las entradas contienen entre sus líneas referencias a algún libro de ficción o de ensayo, incluso referencias a algún cómic. Puede decirse que este blog va, sobre todo sobre todo de libros.
Pero lo reconozco. Hay temas que me pierden y como ni dispongo de tiempo ni lo creo eficiente, siempre me he negado a crear un blog específico para cada uno de esos temas que me apasionan, aunque he estado cerca, he de reconocerlo. WordPress llega a ser fácil si lo trasteas todas las semanas. Así que, entre mis raros temas recurrentes siempre estuvo conocer cómo algunos autores leían, investigaban y anotaban para utilizar después ese material para escribir jugosos textos, literarios o ensayísticos. De ahí, por ejemplo, mi pasión por el sistema Zettelkasten de Luhmann. Siempre me han interesado las herramientas con las que extraen y guardan la información sobre lo que leen. La razón es discente, por supuesto. Leer cada día mejor supone leer bien y leer bien pasa—yo lo tengo claro—por la anotación y archivo de dichas notas para un uso futuro.
Así que hoy, mientras archivaba en mi fichero de cartón verde y analógico algunas de las notas que he sacado de Cicatriz, de Sara Mesa—título que por poco abandono por la falta de verosimilitud que encontraba en sus primeras páginas—descubrí y me topé con una nota de 2017 referida a un pensamiento que escribí a partir de una entrada del hoy extinto blog takingnotenow.blogspot.com.es. En esa ficha hacía referencia a un libro que hoy, por fin, he localizado y conseguido impoluto y completo: Practicing History, de Barbara W. Tuchman. Dicha nota, de 28 de diciembre de 2017, decía:
«Takingnotenow.blogspot.com.es habla sobre un libro, Practicin History, de Barbara Tuchman, periodista que estuvo en 1937 durante la Guerra Civil en Valencia y en Madrid y donde describe qué pautas tiene para tomar notas: usa este tipo de tarjetas (4×6), nunca escribe por detrás, utilizarlas le obliga a ser concisa, también procesa el material, al pasarlo por su mente lo transforma, reúne estas tarjetas por temas, o por bloques temporales, cronológico y lo que me ha sorprendido es que aunándolas, surgen sus temas de escritura. Quizá aquí esté el quid de la producción. Sí, desde luego».
Abandonando la pátina de ingenuidad que descubro ahora en la relectura de esa ficha, reconozco que me alegré hoy al localizar el texto original al que hacía referencia el autor de takingnotenow.blogspot.com.es. Y como es natural, estos descubrimientos suelen rebosar en una entrada como la de hoy.
El texto localizado en el capítulo titulado «In Search of History» dice:
«As to the mechanics of research, I take notes on four-by-six index cards, reminding myself about once an hour of a rule I read long ago in a research manual, “Never write on the back of anything.” Since copying is a chore and a bore, use of the cards, the smaller the better, forces one to extract the strictly relevant, to distill from the very beginning, to pass the material through the grinder of one’s own mind, so to speak. Eventually, as the cards fall into groups according to subject or person or chronological sequence, the pattern of my story will emerge. Besides, they are convenient, as the can be filed in a shoebox and carried around in a pocketbook. When ready to write I need only take along a packet of them, representing a chapter, and I am equipped to work anywhere; whereas if one writes surrounded by a pile of books, one is tied to a single place, and furthermore likely to be too much influenced by other authors».
Hicieron falta tres clics más para encontrar en Gredos Cómo se escribe la historia, que es la traducción que realizó Beatriz Iglesias Lamas para la edición de 2008. Contrasté mi traducción puesto que no me fío ni de mi inglés ni de Google. Beatriz lo tradujo así:
«Respecto a la mecánica de la investigación, tomo notas en fichas de 10 x 15, lo cual me recuerda a cada momento una norma que leí hace tiempo en un manual de investigación: “Nunca escribas en el dorso de nada”. Como copiar es un aburrimiento y una lata, uso las fichas, cuanto más pequeñas mejor; eso me obliga a extraer lo estrictamente relevante, y a hacerlo desde el principio, a pasar el material por el cedazo de mi propia mente, por así decirlo. Luego, cuando las fichas se van agrupando en función del tema, de la persona o de la secuencia cronológica, emerge la estructura de mi historia. Además, son prácticas, porque se pueden archivar en una caja de zapatos y llevar metidas en un libro de bolsillo. Cuando estoy lista para redactar, solo necesito coger un taco, lo que representa un capítulo, y ya estoy preparada para trabajar donde sea; mientras que si uno escribe rodeado de pilas de libros se ve atado a un lugar y, lo que es peor, posiblemente demasiado influido por otros autores».
Y todo esto para, como afirma más adelante:
«sentarse en una silla y pensar y transformar el pensamiento en oraciones legibles, atinadas, interesantes y con sentido que inviten al lector a pasar la página. Es lento, laborioso, a menudo pesado y, a veces, agónico. Implica reorganización, revisión, ampliación, edición y reescritura. Pero también produce cierta sensación de embriaguez, casi éxtasis; un momento en el Olimpo. Resumiendo, es un acto de creación».
Hasta aquí el descubrimiento de hoy. De cómo una historiadora, periodista y escritora como Barbara Tuchman, doble ganadora del Pulitzer de no ficción, utilizaba fichas índice. Quizá era, ahora sigo pensándolo, la mejor herramienta para descomponer tu pensamiento en «elementos de pensamiento», como decía Guitton, autor que defendía que era más provechoso tomar notas en fichas individuales que en cuadernos o en hojas. Eran sabios y no se distraían ni con Instagram ni con Twitter. Pensaban con papel y lápiz. Los admiro.
