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Revisando las estadísticas del blog me he dado cuenta de que las entradas más leídas son las que ideé y perfilé antes con lápiz sobre un cuaderno de páginas punteadas como el que muestro en la fotografía. Es una evidencia demostrable. Tengo las estadísticas y tengo los borradores. Por el contrario, las que escribí como impromptus ahí están, marcan buenos números también, pero no superan a las manuscritas.
Debería analizar qué ingrediente misterioso contienen las entradas que emborroné antes en el cuaderno y escribí de manera manuscrita antes de transcribirlas al blog. No sé por qué resultan más atractivas a las mientes de los lectores de ‘Soporto tropos’.
No obstante, estas letras hoy son otra excusa perfecta para subir la foto que incluyo en esta entrada y que ya subí a Instagram, que viene a poco cuento, pero que me recuerda qué les dije el otro día a mis alumnos de segundo de bachillerato en la penúltima clase del curso y que están a las puertas de la vida de verdad, esa en la que todo es decidir y decidir, equivocarse, fracasar, levantarse para fracasar mejor. La página 173 muestra un esbozo del guion que utilicé. Contiene una falta de ortografía que obvio señalar. Entreténganse.
Debajo de la faja de un libro del que no recuerdo su título, como ven, escribí un texto raro. Mi amiga Fátima se ha sorprendido por ese texto, pero debiera conocer, con una par de cervezas, por favor, el contexto en el que lo escribo. Ese texto quizá fuese fruto de lo que uno ha percibido esta semana en la prensa digital: carreras desenfrenadas por escupir artículos sin ton ni son, rebosantes de asuntos vanos y totalmente descentrados de lo que realmente nos importa, me importa en este caso. No solo has percibido esa frenética carrera sino que observas cuán efímero, vano y etéreo es el columnismo y el periodismo de opinión. Parecen carreras de galgos con pluma. Cada día más desengañado. Serán textos pertinentes para los futuros historiadores de las ideas, pero como decía Baroja, escribir en los periódicos era como escupir al mar. Ese carácter efímero cada vez me cansa más.
Esta cita de Baroja se la escuché el otro día al recursivo filósofo youtuber Ernesto Castro, y me la apoderé. Además, ayer mismo, le leí en una entrevista a todo un jefe de opinión del que me quedó la impresión de que estaba harto, cansado, que deseaba dedicarse plenamente a la literatura, que la pulsión hacia ese terreno era cada vez más fuerte y que la opinión, el periodismo, el cambio de director del periódico… Y lo comprendo, yo que ni he sido columnista, ni jefe de opinión y válgame Dios, escritor. Escribirá buenos libros. Eso no lo puedo dudar.
Pero ese parece el ambiente que recelo. Un ambiente de hastío donde las carreras por la producción de artículos de opinión se han desbocado, y a mí me ha colmado porque ese torrente se ha vuelto inabarcable y por tanto aparece el hastío y el vacío. Procurarte una dieta y un prescindir, quizá durante un tiempo, del consumo de opinión. Regresar a cierto estado de salvajismo intelectual, consumir solo literatura y ensayo, respetar las opiniones, pero rechazar la adhesión. Quizá todo radique en la moda y búsqueda no de la opinión, sino de la parafernalia bonita que trae la opinión, que aburre.
(Entrada manuscrita en las páginas 178 y 179 del 20º cuaderno de Blumm.)
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