Langlois está leyendo Cuadernos de todo, de Carmen Martín Gaite. Ayer, antes de hacer el arroz, estuvo un rato leyendo. En las páginas finales del cuaderno 2 Carmen Martín Gaite glosa pasajes de la obra de Flaubert. Todo es delicia. Langlois no sabe francés, pero le da igual. No le gusta el francés. Si tuviera que aprender un idioma, sin ninguna duda, sería el italiano. Si le preguntas por qué tampoco sabría responderte.
Ayer leía la página 86 de Cuadernos de todo. Ahí, en el segundo párrafo, Carmen glosaba un pequeño texto en francés de Flaubert que le sumió toda la tarde en pensamientos fecundos:

“Mais qui donc la rendait si malheureuse? Où était la catastrophe extraordinaire qui l’avait bouleversée?” De la inercia solo vienen sufrimientos. Mme. Bovary es un análisis perfecto de la inercia. No tiene un solo pensamiento construido, un solo sentimiento justificado ni “suyo”, son del ambiente, de la educación.
Carmen Martín Gaite en Cuadernos de todo
A este paso Langlois dejará de leer porque se arroba con este tipo de reflexiones que hacen los escritores que admira. Ha empezado a admirar mucho a Carmen Martín Gaite. Todas las mujeres, de hecho, deberían leer Cuadernos de todo como si fuese una biblia para mujeres. Eso pensaba Langlois. De hecho, tiene el grosor de una Biblia. Así de rotundo se mostraba, pero Langlois no era una mujer.
De la inercia solo vienen sufrimientos. En realidad el sufrimiento sobreviene cuando dejas de afirmar tu identidad, individualidad y tu manera de opinar. Dejarse llevar por él es una actitud meliflua. Aborrecible, pero es el estado general e inicial de las personas que no quieren chocar, que todo les parece bien. No ir contracorriente. Desestimar ser clavo puesto que sobresalir era pedir martillo. La inercia inmoviliza. Langlois fue descubriendo el sufrimiento de quienes habían sido sus prójimos y cercanos en algún momento de su vida. Sus vidas se habían desarrapado. Estaban ahora tan lejanos, y tan desnudos. Vivían subidos en una inercia del comportamiento y del tópico vital, del supermercado del pensamiento que te ofrece Red Social y de la opinión de otro puesta en sus bocas. De otro en sí. En realidad vivir así era vivir como una sanguijuela. Vidas sin sal, y sin sangre, valga la paradoja. Atiborradas de los tópicos que venden los gurús para triunfar. Nadie leía, nadie carburaba, nadie pensaba y nadie opinaba. No sabían pensar. No sabían opinar. Se dedicaban a replicar y a vocear consignas leídas en ¡Twitter!, por ejemplo. Langlois les rehuía. Langlois leía y escribía e iba al cine y a la biblioteca. Desalabar había empezado a ser su verbo favorito. Derribar idiotas en su imaginación su consuelo favorito.
Madame Bovary: escuela de cobardía. Qué buena eres, Carmen Martín Gaite.