Necesitamos dosis regulares de soledad para florecer como seres humanos.
Cal Newport.
Mi presencia en Twitter e Instagram ha empezado a disminuir ostensiblemente. De hecho, llevo una semana y pico sin meterme en Twitter. Los tuits que han aparecido en las últimas semanas estaban programados, como este. Incluso esta entrada ha sido programada. Mi hartazgo de redes sociales se está convirtiendo en asco, incluso en grima, como ya me sucedió con Facebook. Eso sí, paseo más, navego menos.
Mi decisión, porque todo esto no se cae de un guindo, se fraguó tras la lectura de Minimalismo digital, de Cal Newport y Diez razones para abandonar tus redes sociales de inmediato, de Jaron Lanier. Leer siempre te da ventaja, y el juicio crítico que te forja la lectura, alas, incluso te singulariza de una manera que acojona. Perdón. La decisión final de reducir a la mínima expresión mi presencia en redes la tomé cuando alcancé la página 100 de Los peligros de la moralidad, de Pablo Malo. ¡Qué libro!
Yo no sé cuánto tiempo habré pasado en Twitter e Instagram desde que se crearon ni qué he dejado de inventar, hacer o escribir desde que estoy ahí. Eso sí, ambas redes se parecían al Phoenix del Arcade. Qué vicio le cogí. Cómo me gustaba jugar. Cuántas monedas de cinco duros he gastado en «los vicios», cuánto tiempo…
Lo que sí me he preguntado estos días es qué pintaba tanto en Twitter, qué en Instagram y qué necesidad vital estaba satisfaciendo ahí, independientemente del poco o mucho tiempo libre que tuviera. ¿Abandonándolas sería capaz de revitalizar y reinvertir mi tiempo en otros asuntos? La propuesta me la planteaba muy seriamente. Quería regresar al inicio de todos los inicios y vivir sin la pulsión de las redes sociales. Y experimentarlo, claro. Vivir sin Twitter en los ratos de cinco, diez, treinta minutos que te va sirviendo el día. Vivir sin Instagram dándole al likiliki sin descanso y sin que hubiese mañana. Facebook, ¿ves?, ese no lo voy a poder dejar ¡porque no tengo cuenta! No sé cómo irá, pero cuando me fui hace ya algunos años era una red social para viejos y carrozas; y Linkedin…, bueno, cuando no era profesor sí lo oteaba para descubrir posibilidades laborales, pero estar ahí sería un sumidero más de tiempo.
Pero no nos vayamos por las ramas. Esta entrada tiene su origen en esta cita del libro de Pablo Malo. Es esta:
El proceso mental para construir estas aplicaciones, de la que Facebook fue la primera […] consistía en: «¿Cómo consumes la mayor cantidad de tu tiempo y tu atención consciente?». […] Y eso significa que necesitamos darte como un pequeño chute de dopamina de vez en cuando, porque a alguien le gustó o comentó una foto, o un mensaje o lo que sea. Y eso va a conseguir que aportes más contenido, y eso va a conseguir que tengas […] más «me gusta» y más comentarios. […] Es un bucle de retroalimentación de validación social […], exactamente el tipo de cosa que inventaría un hacker como yo, porque estás explotando una vulnerabilidad de la psicología humana.
Extracto de la entrevista de Mike Allen a Sean Parker, primer presidente de Facebook
En esa entrevista Parker afirmaba que Facebook fue diseñado para explotar la vulnerabilidad humana.

Así que vislumbré la posibilidad de ejecutar, por fin, la decisión de automatizar, y programar por tanto, mi cuenta de Twitter y reducir drásticamente mi consumo visual en Instagram. Lo estoy logrando. Paz. Seguiré hasta el final. Dentro de un año, si Dios quiere, sopesaré qué hacer: si borrar definitivamente Twitter, si hacerlo también con Instagram, si seguir en piloto automático con ambas o qué. Lo que sí tengo claro es que no voy a consumirlos como antes. Ni hablar. Ya barruntaba la decisión en estas dos entradas que escribí en octubre:
Por otro lado, somos bastantes los que nos preguntamos sobre la idoneidad de invertir tanto tiempo día a día y semana a semana en las redes sociales. Estamos hartos, pero lo reconocemos: es muy difícil abandonarlas. También era difícil dejar de jugar al Phoenix porque tu cerebro siempre te ofrecía una razón para no hacerlo, y terminabas pobre y engañándote. Pues igual Twitter e Instagram.
Este proceso esta muy bien descrito en Minimalismo digital, de Newport. Justo ayer recibía un boletín de Cal Newport donde refería otro testimonio acerca de: Lo que aprendí tomando un descanso de redes sociales durante un año (en inglés). Y el otro día, en El Mundo: Una psicóloga contra las redes sociales: «Mi mejor decisión de 2021 ha sido dejar Instagram.
La guerra está desencadenada. Como profesor compruebo cómo Instagram está destrozando los cerebros de algunos estudiantes: falta de concentración, de autoestima, pérdida de tiempo, mariposeo, déficit de intensidad y profundidad en el estudio, envidias, cotilleos, marrullería, pornosocialización… Pide evidencias y yo te las daré. Es una auténtica pena.
Empieza a prepararte. Atrévete y rétate. Hace un par de meses comencé con lo que te propone Newport, que es dejar treinta días las redes sociales a cambio de otra actividad. Viene explicado en su libro. Este que te presento es el último reto que ha propuesto en su web. Funciona: Reto analógico de enero.
Merece la pena reflexionar sobre el uso que haces en redes sociales. Una vez al menos. Y de manera seria y madura. Después, lee y pasea, lee y escribe, lee y practica algo nuevo que tenías olvidado. A mí me vas a seguir encontrando aquí, en esta página. Seguiré leyendo y hablando de libros, seguiré leyendo y escribiendo. Hasta ha aparecido la idea para una novela, pero no soy escritor. Qué pena y qué lástima. En fin, mi tiempo, ahora más, para los intereses que me elijo. Incluso tan simples y generales como vivir mejor y vivir con salud mental. Perdona la insistencia. Léetelo, haz el favor, por favor:
Yo ya me lo estoy leyendo 🙌🏻
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