Necesitaba dejar Twitter durante un tiempo. Ella también. Lee. El otro, Cal Newport, necesitaba algunos voluntarios para ayunar durante treinta días de Twitter, Instagram y todas esas mierdas (tono Caulfield), a ver qué les pasaba; él esperaba que se apuntasen cuarenta y tantos; pues se ofrecieron casi dos mil. Newport lo cuenta en Minimalismo digital así:
«Busco voluntarios dispuestos a llevar una limpieza digital durante el mes de enero y a mantenerme al corriente del proceso. Esperaba que me respondieran entre cuarenta y cincuenta lectores valientes. Me equivoqué, se apuntaron más de 1600 personas.»
El minimalismo digital está de moda y yo, Langlois, me he apuntado.
Me siento raro porque llevo ocho días sin entrar ni ver el logo de las dos redes sociales que más frecuentaba: Twitter e Instagram. Escribo este primer post sobre el asunto en el octavo día de mi ayuno digital: no Twitter, no Instagram, no LinkedIn, no YouTube. Aplicaciones borradas del móvil. Menos Telegram, mucho menos WhatsApp, que permanecen instaladas, aunque con un serio adiestramiento para consultarlas solo a las 14.30 h y a las 21.30 h de cada día. Cuando regrese a estas aplicaciones, dentro de 22 días, nada será igual. De las que he citado, solo instalaré Instagram en el móvil, pero estableciendo algunas condiciones.
Una de las propuestas de Cal Newport, mientras descansas treinta días de las aplicaciones que has considerado «opcionales» es que consideres la tecnología como un medio para un fin y que, por tanto, es necesario definir cuáles son los fines. Por eso, cuando se acabe el plazo de los treinta días, lo más difícil y exigente será reintroducir esa tecnología opcional que he dejado de utilizar. ¿Esta tecnología es congruente y respalda algo verdaderamente valioso para mí?, se pregunta Newport. Y esta es la única condición que debe cumplir la tecnología que decida reintroducir en mi vida después del ayuno. Pone este ejemplo:
«Quizás decidas que navegar por Twitter para entretenerte no respalda ningún valor importante. Al mismo tiempo, puedes decidir que mantenerte al día de las fotos que tu prima sube a Instagram de su bebé sí que es congruente con la importancia que le otorgas a la familia».
El uso de la tecnología, y es lo que había olvidado, ha de estar al servicio de mis valores más profundos, en lugar de que esta los subvierta sin permiso.
El libro exige práctica, pero merece la pena. Nunca me imaginaba que iba a ser capaz de no entrar durante ocho días a Twitter e Instagram. YouTube lo he olvidado casi. Tras la propuesta que te hace el autor, y a partir del capítulo 4, se empiezan a enumerar actividades que te permiten retomar la conexión contigo mismo. Hay una idea muy potente sobre la necesidad que tiene el hombre de estar solo, y de buscar en algún momento del día eso. Y solo es solo. Sin ninguna otra mente que te influya. Si de algo nos han privado las redes sociales ha sido de la soledad. Newport anhela ese estado en el que pasamos tiempo a solas con nuestros pensamientos, ajenos a las aportaciones de otras mentes (…) La soledad nos exige no reaccionar a la información creada por otras personas y a centrarnos en nuestros pensamientos y experiencias, sean cuales sean. ¿Acabaremos por olvidar qué es o era la soledad?, se pregunta finalmente Newport.
Las aportaciones de otras mentes. La soledad definida como el estado subjetivo en el que la mente no recibe estímulos de otras mentes. Qué imagen tan singular de lo que es la soledad. Me gusta (like!). Como cuenta Caitlin Flanagan, la autora del artículo que he vinculado en la primera línea de esta entrada, otros nos construyen qué hemos de pensar y cómo hemos de decirlo. Es la anulación de la posibilidad de elaborar nuestros propios pensamientos. Queda demostrado que el propio pensamiento solo eres capaz de producirlo cuando estás solo. Por eso, entre las actividades propuestas para alcanzar ese estado están los paseos. Ahí es donde una persona es capaz de poner en orden todo lo que tiene en la cabeza. Pasear sin móvil, sin música, sin otra cosa en la cabeza que tus pensamientos, ideas y vida.
La lectura de este libro merece la pena porque además, insiste en otro aspecto importante: la búsqueda enérgica de actividades de mejor calidad que suplan el tiempo que empleabas digitalmente. Hay que buscar activamente esas actividades que llevabas meses sin desarrollar por culpa del sumidero digital donde vertías tus minutos. Es más, afirma que «al final del proceso de desintoxicación debería haber descubierto una actividad que esquinase la actividad digital como secundaria».
Y en este punto me encuentro, yo, Langlois, todo un alter ego. Empiezo a recoger los frutos de este ayuno digital. He terminado de leer tres libros en ocho días. Te lo demuestro enseñándote mi GoodReads. Hacía años que no alcanzaba ese nivel. Estoy escribiendo una hora al día, ¡a mano! Tengo en mente dos actividades que quieren emerger para completar esas horas semanales que dedicaba a Twitter e Instagram, porque eran esas las aplicaciones que sí, habían hackeado parte de mis circuitos, fundiéndolos y destruyéndolos llegando a a impedir que se formasen los propios. Estaba renunciando a libros maravillosos, por ejemplo, y me di cuenta, como se dio cuenta la autora del artículo del principio de este post, que mis problemas con la lectura no tenían nada que ver conmigo, sino con Twitter. Mi tiempo era su dinero. Repito, tu tiempo es su dinero. El tiempo que pasas en Twitter e Instagram los hace millonarios. Eso, por cierto, les suelo decir de vez en cuando a mis alumnos, cuando me dicen que están entre seis y ocho horas diarias conectados a TikTok e Instagram: ¿os paga Instagram a final de mes por pasar 8 y 9 horas likeando? Como afirma Caitlin Flanagan, «Twitter es un parásito que se adentra profundamente en tu cerebro, entrenándote para responder a la retroalimentación social constante de los ‘me gusta’ y «los ‘retuits’. Twitter hizo algo que no hubiera creído posible: me robó la lectura».
La extracción de minutos de miradas, el recurso clave de empresas como Google o Facebook, es ahora mucho más lucrativa que la extracción de petróleo (…) Las grandes empresas quieren que el «uso» sea una condición binaria: o bien usas su tecnología básica o bien eres un bicho raro.
Cal Newport en Minimalismo digital
Pero Langlois es un alter ego, recuerda. No te creas todo lo que te cuente, pero decide.

El libro, Rafael, merece la pena. Hay cosas que yo no me explicaba de la vida, y esta era una de ellas. Ahora lo tengo más claro: usaré las redes sociales como un profesional, es decir, las utilizaré como si fuese el director de un medio emergente de mi propia vida. La idea es de Jennifer, una de las protagonistas del libro de Newport. Hay que confeccionar un plan cuidadoso de cómo las voy a usar cuando regrese, con el objetivo de maximizar la información de calidad y eliminar lo superfluo. ¿Lo mejor? Que aún me quedan veintitantos días para hacerlo, para diseñar la reutilización de mis redes sociales.
Quiero alcanzar a ser un minimalista digital de éxito y la clave será transformar lo que hacía con mi tiempo libre. No hay más secreto que buscar ocio de alta calidad: priorizar las actividades exigentes sobre el consumo pasivo de Twitter, Instagram, YouTube y…, usar mis habilidades para producir cosas valiosas en el mundo físico (a ver qué se me ocurre), arreglar o construir algo cada semana como ¿comprar un R4 y restaurarlo, por ejemplo (no creo, jaja). Si regreso, lo más importante será atar en corto el ocio de baja calidad en redes, programándolo y preguntándome para qué voy a entrar ahí, en Twitter y para qué allí, en Instagram.
No lo olvidaré: «la mejor vida digital es la que se construye seleccionando cuidadosamente las herramientas para que ofrezcan beneficios máximos y evidentes. Tampoco olvido esta ecuación: Tu tiempo (t) = Su dinero ($)
Newport, Cal. Minimalismo digital, Paidós (2021) [Tapa blanda: 18 €] [Versión Kindle: 8,54 €] [Iberlibro] (Enlaces afiliados)
Nene, eso mismo me lleva dando vueltas en y a la cabeza desde el confinamiento del año pasado. Ahora entro menos, pero hay que quitar mucha mugre. Quizás un desintosicamiento me vendría bien para priorizar. Gracias por la reseña. Siempre aprendiendo con Blumm.
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El libro de Newport merece mucho la pena si andas más enredada de lo que quisieras. Cómpralo a través del vínculo que ofrezco en la entrada y ayudas a que en el blog haya más entradas como esta. ¡Gracias!
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