Una novela fractal, de Javier Avilés

Perdí los papeles donde tenía anotadas algunas ideas sobre Una novela fractal, la última obra de Javier Avilés, que se encuentra disponible en edición no venal en su página web, que forma parte, desde 2004, de esa «región ocultamente furibunda»: https://ellamentodeportnoy.blogspot.com/2021/07/una-novela-fractal-de-javier-aviles.html. Por ese motivo dilaté tanto escribir una letras sobre ella, bueno, mencionarla aquí, más bien.

Conjunto de Mandelbrot

La primera vez que escuché hablar de fractales fue a finales de los ochenta. Tenía un amigo, diez años mayor que yo, que se había sacado por aquel entonces la plaza de profesor de Matemáticas. Recuerdo que me tuvo embrujado durante una tarde con dibujos y fórmulas matemáticas mientras trataba de explicarme cómo se generaban los conjuntos de Mandelbrot (sin Internet, sin Wikipedia, sin Twitter y demás tamariscos). La pasión que demostraba en aquellas explicaciones me hacía pensar que debía hacer muy poco que había descubierto el jueguecito de los fractales. De ellos saltó a la sucesión de Fibonacci, pero mi IQ empezó a patinar y le dije que por qué no nos tomábamos un café; y le invité a merendar. Como si fuese ayer.

Casi cuarenta años después me llega al correo -se lo solicité al autor- una novela con denominación fractal que, además, ha sido escrita aplicando el método Sierpinski. Sierpinski fue el matemático que ideó el triángulo Sierpinski, que era como un fractal que se podía construir a partir de cualquier triángulo. De este modo, Javier Avilés ha tratado de construir su novela, pero como no estamos en clase de Matemáticas, pasemos a la de Literatura. ¿Qué ha escrito Javier Avilés? ¿De qué artefacto se trata? ¿Es ficción compleja? No es un bestseller.

Avilés arranca su novela advirtiéndonos: «no se puede inventar forma de una piedra». La elipsis del artículo es un botón de muestra de lo que ofrecerá la novela. La comparación resultante entre la superficie pétrea y la de un fractal puede ser golosa, por distante y diferente, distinta y espectacular. A partir de este momento Avilés sierpinskiará para tratar de adivinar, a través de las palabras, qué es el arte de la «palabrancia» y los secretos de la sintaxis volátil que inunda el universo propio que existe en el texto; un universo que es, en realidad, porque lo observamos. ¿Me siguen? Continúo.

Fractal. Triángulo de Sierpinski

¿Novela panteísta? De repente necesitaría releer Pan, de Hamsun, para confirmarlo y tratar de clasificarla así, pero no lo afirmo con rotundidad. Lo que sí transmite el trabajo de Avilés es un nihilismo salvaje vía intrasintáctica. No había leído un texto tan abisal y desesperante como Una novela fractal. Nunca he navegado a través de una tormenta, pero la imagen me sirve. Es lo que el lector encontrará y constatará en las páginas de esta obra, además de un derroche nihilista exasperante -insisto- que pretende calibrar, en realidad, nuestra posición en el universo. Y lo consigue con los precisos recursos sintácticos, además de los anacolutos e hipérbatos con los que juega. Y después dirán que la sintaxis no sirve para nada. La novela ahoga, desespera y obliga a buscar algún recoveco para refugiarte.

Photo by Debendra Das on Pexels.com

En la novela no encuentras razonamientos, ni trama tradicional ni argumento pulgarcito. Es una ficción en racimo que explota en la imaginación -teñida de negro-, pero con la que Robert Coover, John Hawkes o el mismo Donal Barthelme, por ejemplo, se hubieran divertido. Por desgracia y por ahora, tampoco hay editor atrevido para Una novela fractal. Se busca.

Y al no existir trama, ni hilo, ni argumento, ni Dios editor, Una novela fractal se convierte en un artefacto -tenía que escribirlo- singularísimo. Ese pensamiento aparecía de manera recurrente mientras la leía: «¿Una -¡por fin!- aplicación matemática sobre la Literatura?» (Sobre este asunto escribió hace algún tiempo, si no recuerdo mal, el escritor y matemático Javier Moreno.) Y como sin sintaxis tampoco hay paraíso, hay que descubrir las bellísimas imágenes que producen los fractales también en la novela, que solo se perciben vía Sierpinski.

En definitiva, Una novela fractal obliga a contemplar el universo desde una perspectiva que permita reconocer con asombro primero, su singularidad fractal, y después su singularidad ficcional. Triangular lo singular no le debió resultar fácil a Javier Avilés, pero si existe este resultado, Una novela fractal, es porque Mandelbrot y Sierpinski practicaron con éxito la catoptromancia sobre su autor.

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