No he dejado rastro de lo escrito a mano

¿Por qué de este narrador de Vila-Matas nadie se acordará? ¿Por qué desaparecerá dentro de cien años? ¿Por qué crees –bueno, mejor lo piensas– que no dejar rastro de lo escrito en lápiz en un papel motivará que te olviden antes?

No lo sé, pero esta semana he creado un blog para mis alumnos. Lo alimento, en buena parte, con hornija analógica. Porque así es, porque en el principio fue el papel, y después, el escaneado para una pantalla o “enigmático interior de un ordenador”, como escribía Vila-Matas en la cita que fotografío para esta entrada.

Todo lo que no sea escrito en papel desaparecerá. Esa es mi fe y por eso miro con recelo a todos los fervientes y espumosos fans de la escritura superdigital, de superficial y digital. También es mi tesis. Hay tanta sabiduría en aquello de Zambra de “mi padre era un computador y mi madre una máquina de escribir”.

Mi madre es una máquina de escribir y mi abuela un bolígrafo y papel. Pero estábamos con el lápiz. Es el gineceo de la escritura, la habitación donde todo nace. Ahora, siempre lo recuerdo, aquella imagen de Roth, aquella imagen de Roth en su habitación solo, frente a la pared y en la mesa, un bolígrafo y un papel. Podía tirarse horas hasta enhebrar su prosa. Ese es el trabajo real de la ficción, o así lo concibe quien escribe. O Ferlosio. O Delibes. O Goytisolo. ¿Eran otros tiempos? Sí, de forja y artesanía narrativa.

Y así que encontré la ficha que hoy utilizo como pretexto para escribir esta entrada, que fue medio esbozada antes en un cuaderno con tinta azul de Pilot, que es el cuaderno que llevo a todos los lados debajo del brazo. Una ficha que encontré mientras buscaba otra relacionada con los griegos o romanos. Hallé las dos.

Los textos que se originan y se producen con orden y espasmo digital se desvanecen con más facilidad que los cincelados, aún con más tiempo y materia, de manera analógica. Insisto, es mi tesis. Argumento de experiencia. Lo digital tiende hacia el abismo y la pérdida mientras que lo analógico permanece en el mundo, que es el mundo que le corresponde y en el que nace, el de la materialidad y el grafito, que mancha y radia; un mundo, el analógico, y valga la paradoja, mucho más visible que el digital.

Extraña entrada esta que tuvo, cómo no, su origen en una simple ficha de cartulina. Hasta le tomé una fotografía de su lado bueno. Nada pudo llegar a ser sin el papel que sobrevuela la frontera esquiva del país donde reina un Cronos devorador. Es por eso, por lo que el narrador de Mac y su contratiempo dejará de existir. Vila-Matas también, incluso yo, claro, pero nos sobrevivirán los pliegos de papel con palabras de grafito. Porque quien no da forma a su pensamiento, a su ficción, a sus mentiras y verdades en un sitio palpable y en un tiempo determinado, desaparecerá. Es mi tesis, recuerda. ¿Y qué más da? Eso es verdad, ¿qué más da?

La cita está extraída de la página 16 de esa obra de Vila-Matas que sí tengo en papel y en casa. También es un programa de escritura. De estas ausencias de trabajo y artesanía, estos, los de hoy, lodos narrativos:

“El caso es que lo he escrito todo a lápiz en las hojas arrancadas del cuaderno, las he corregido luego con lentes de aumento, las he pasado a limpio en el ordenador, las he impreso y las he vuelto a leer y de nuevo las he vuelto a pensar, he corregido las copias –es el verdadero momento de la escritura–, y de luego tras haber trasladado lo reformado a mi PC, no me he dejado rastro de lo escrito a mano y he dado por buenas finalmente mis notas del día, que han quedado bien ocultas en el enigmático interior de un ordenador”.

Vila-Matas en Mac y su contratiempo

Actualización del 20 de octubre de 2020

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