La puntualidad es una pavada

A Juan Filloy no le gustaba glosar. Menos comentar y trabajar de escoliasta. La imaginación debía ser la gran puta paridora. Así no lo decía, pero me ayuda. Debía ser una matriz con una sola función, la de «proveer de argumentos», la de crear y escribir, pero, sobre todo, y ahora lo subrayo, la de crear. Remataba la cuestión afirmando que el que no tuviese imaginación, que se cortase la mano, que hiciese el favor de no escribir. Y llevaba razón.

Estoy aquí de nuevo —aunque en realidad había empezado a pegarle fuego a este blog—para traer un texto sobre la puntualidad. Empecé Caterva y tuve que asimilar durante una tarde un texto que Filloy escribió sobre ese pacto con el albur que es puntualidad; joder, me perturbó y animó en demasía mi estado interior. Por cierto, anda que no llevaba razón Salinas cuando decía que «todo lo que se ansía comunicar ha de valerse de palabras escritas, signos de signos, para exteriorizar la plena realidad de nuestro estado interior». Cuánta razón. Lo escribía en un librito que compré hace un par de años, y que leí carnívoramente (¡car-ní-vo-ra-men-te!): El defensor. Cuando lo terminé recuerdo que me entró una fiebre rara, y sin pausa, me puse a escribir durante dos días quince cartas a mano. Las metí en quince sobres, les pegué los sellos y las eché en un buzón amarillo de Correos. Era verano y me lo pasé muy bien haciéndolo, eso es verdad. ¿No te llegó la tuya? Reclámala. Porque todo es correspondencia. También lo dice Filloy, pero más bello: “Todo es correspondencia. Una gota de rocío para cada poro de la tierra. Un chorrito de lluvia para cada tallo de cereal. Una estrella para cada grano de la espiga. Todo es correspondencia. Solo el hombre es disgregado, arisco, disímil. ¡Solo el hombre no tiene correspondencia!”

Pero es puntual, que es la razón de esta entrada. Urdo (urdir, dice, escribir quise), pero yo no urdo, sino que transcribo unas líneas de Filloy en Caterva que han sido la razón de este texto que termino ya, porque llego tarde, me voy, aunque “todavía se ve en el poniente la herencia del sol”:

“Katanga” rumió la lección del suizo. Estricta. Cabal. Su bondad, que lo hacía “tolerante con todo”, no admitía disculpas en materia de puntualidad. Por algo lo apodaban “Longines” …
—Hagamos una excepción. Si no vienen dentro de un cuarto de hora, morfamos.
—Es que ya tiene limón la ensalada. Se va a echar a perder.
—Con no comerla…
Para él la puntualidad era una pavada: una constricción voluntaria a la desfachatez de los demás; puesto que el hombre puntual es siempre el que sufre la angustia irascible de la espera. Por eso, al revés, no siendo puntual, no habiendo incurrido en la petulancia de pactar con el albur que retarda las cosas y demora los hombres, era “compasivo con ellos”.
“Longines” no aceptó la propuesta.

Juan Filloy en la página 21 de Caterva

Caterva: (del lat. caterva) f. desp. Conjunto de muchas cosas o personas: ‘Nos asaltó una caterva de mendigos. Surgió una caterva de dificultades’. Infinidad, muchedumbre, multitud. Diccionario de uso del español María Moliner.
Puedes adquirir Caterva y El defensor en las librerías contenidas los vínculos.

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