La vanidad es el principio de la sabiduría

Artis initium dolor.
Ratio initium erroris.
Initium sapientiae vanitas.
Mortis initium amor.
Initium vitae libertas.

Cuando Javier Herrero glosa este texto en Ganivet: Un iluminado[1], lo hace así:

«La vanidad es el principio de la sabiduría (INITIUM SAPIENTIAE VANITAS) porque solo cuando comprendemos el carácter ilusorio de los bienes del mundo comienza la búsqueda del verdadero bien; y el dolor nos lleva al arte (ARTIS INITIUM DOLOR) porque arte es, como vimos, la creación espiritual que penetra en la verdadera realidad de los seres y la muestra a otros; pero para ese descubrimiento del espíritu es preciso que muramos al amor de la carne, y tal muerte es el dolor; la muerte de la carne nos lleva al verdadero amor; pues la carne, las necesidades materiales y la ambición que de ellas nacen son las cadenas que nos esclavizan: romperlas es la verdadera libertad, y con esa libertad comienza la verdadera vida, la del espíritu (INITIUM VITAE LIBERTAS). La naturaleza corrompida del hombre, que tiende a la destrucción y la rebeldía, intenta guiarse en su vida espiritual por la fuerza de su razón; tal empeño, que deifica al hombre, es vano: la razón nos lleva al error (RATIO INITIUM ERRORIS), a la impiedad y rebelión: solo la fe que nace de la iluminación salva al hombre. Tal fe le muestra el objeto de su amor: el Mundo ideal en el que resplandece el Artífice supremo; pero la posesión de la Belleza ideal es imposible en esta vida; de ahí que el amor lleve a la muerte (MORTIS INITIUM AMOR). El nombre de Arimi[2], el de la muerte misteriosa, señala, sin duda, hacia el suicidio de Ganivet, por el que este rubrica su fe en este ideal mediante el máximo testimonio”.

Quien glosa lo sabe: cierra antes la puerta de su habitación. La glosa de Javier Herrero anula a la de Munuera Montero, pero. El arte, la razón, el inicio de la sabiduría y del amor que inicia la vida consiste solo, se basa solo, en iniciar la libertad.

En el principio había redundancia, y un principio que no es constituyente de nada, porque es nada. La vanidad así no es sabiduría porque es principio no constitutivo de una búsqueda desesperada hacia el bien. ¿Un bien verdadero? ¿Duele el bien verdadero? ¿Algo que se anhela puede doler? ¿El suicidio duele? ¿Objeto, subjeto?

Pero si ha sido arte, ha sido alma. Trozo de alma de quien ha sufrido es dolido. ¿Alma? ¿Estás hablando de alma en 2020? Sí. ¿Existe el arte? Sí. Pues existe el alma. Pepe, aterriza. Bah, esto es reventar el registro. Del todo. El eterno enfrentamiento, el espíritu frente al trozo de barro, lo vulgar y lo culto, la carne y las ganas de comer, Pepe, frente al libertinaje de la levitación, del querer, querer y querer volar, liberándote de las cadenas, el vivir conforme a, o conformando a, o dándote forma de manera infeliz. La razón es ese toroide salvavidas, es la razón térrea, del mismo modo hombre que come, duerme y folla, de barro y de tierra, entre el barro y el agua, prendiendo la ratio initium errores. So mortal. Y así te demuestro que con estas sombras no puedes embellecer mucho más tu espíritu porque llamas a Arimi y te pegas un tiro, o te lanzas al río Dwina un 29 de noviembre de… Dos veces encima. Y suicidas la carne, y volatilizas tu sombra y robas algo que nunca ha sido tuyo.


  • [1] Madrid, Gredos, 1966
  • [2] El acróstico deletrea el nombre del héroe de La conquista¸ el de la «muerte misteriosa».

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