Lo había escrito así, con bastante claridad, cualidad característica de su prosa y, cómo no, de su sintaxis: «Sí la hay, en cambio, de George Borrow, “Don Jorgito el inglés” en el barrio entre 1836 y 1840, al que hoy casi nadie lee, pero que escribió un divertidísimo libro viajero, La Biblia en España». Javier Marías escribía sobre las placas que había desperdigadas por Madrid y que rezaban otros tiempos, también las que había en su barrio.
Pero yo cazo libros así, bueno, mejor, así encarno enunciados como «divertidísimo libro viajero, La Biblia en España».
Manos a la obra. Se busca. Había reward: $divertidísimo$. Y se localiza pronto. Primero online. Atisbas una edición en la editorial Renacimiento. Conoces los buenos libros que hace Renacimiento. Qué gran labor hace Abelardo Linares. Una editorial andaluza valiosísima y de prestigio, que cuida la edición como los joyeros cordobeses el oro. (Ya que estamos, ¿no?, que se os dispara el factor cursi, perdón, regionalista, catalanes.)
Diatriba. ¿Presupuesto o préstamo bibliotecario? Enero. Mal. No hay mucho más en la hucha. Consulto los fondos de la biblioteca pública. Está. ¡¡Está!! Y en Jaén. Apuntas en el cuaderno la referencia completa, bajas, lo tomas prestado, empiezas a leerlo, pero paras, paras porque estás cayendo con William H. Gass en barrena narrativa (qué puta delicia narrativa es La suerte de Omensetter -ya, sobra puta, pero es enfático, no te preocupes-). Aunque en ocasiones te cueste discernir desde qué rincón vienen las voces. Da igual. Disfrutas mucho con Gass y con la historia. Así que no te queda más remedio que colocar a George Borrow a la cola, inmediatamente después de Gass. Después vendrán más, después de Borrow vendrán más, y leerás Vivir como perros de Martínez Ballesteros y Sobre literatura, de Eco. Enero al completo, plan perfecto para enero. Y estudiarás, porque este año opositas, pero leerás, tú leerás y seguirás cazando libros.
