Todo el mundo, o al menos todo el mundo que escribe, escribe un cuento de Navidad. Mi preparador de oposiciones escribe un cuento de Navidad, mi articulista favorito escribe un cuento de Navidad y hasta mi cuñao me dijo anoche que había escrito un cuento de Navidad. En general, y así contado, parece que todo el mundo escribe cuentos de Navidad en Navidad, que es cuando hay que contarlos.
Nunca he escrito un cuento de Navidad. Nunca he escrito un cuento. Nunca he escrito. Por lo menos, nunca he escrito una pieza con un fin estético, literario, artístico. Nunca lo he hecho. Siempre que me he puesto a escribir, el único cuento que surge es el cuento de mi yo mezclado con mi yo. Y eso nunca puede llegar a ser literatura, por mucha moda que surja en torno al yo. Nunca. Ni camuflado de cuento.
Por otro lado, pienso que el único cuento de Navidad es el Cuento de Navidad de Charles Dickens. La Navidad es ese cuento de Navidad. Es tal la relación de contigüidad entre la Navidad y ese cuento de Navidad, que se podrían cambiar sus denominaciones y llamar a la Navidad cuento. Y así, el tropo: una bonita metonimia. Así de simple. Pero la Navidad no es un cuento. La Navidad para quien la vive con su sentido primigenio es muy profunda, muy catártica. Rotundamente transformadora. Yo me escabullo en Navidad. Yo leo mucho en Navidad, me aíslo por los rincones, paso de puntillas entre la gente. Tanto, que olvido mis deberes navideños, que son, en realidad, pura parafernalia. Cada día necesitas menos. Cada día mucho menos. Y en Navidad todo se percibe con más claridad. Vuelves a la paja del pesebre, contextualizas tu vida, te preguntas por algunos sentidos y por tantos y esos ruidos. Y bueno, prescindes de los envoltorios, eludes el vano jolgorio, que es papel charol. Hoy la Navidad es muy pagana, hoy la Navidad está constituida por masas de Scrooge. Masas ácimas de tipos como Scrooge, avaros de su diversión y su bienestar por encima del encima de todo. Inagotables. Déjame pensar como me dé la gana.
Por cierto, hace tiempo que no releo el cuento. Está en casa en una edición escolar de Anaya titulada Canción de Navidad. Lo voy a intentar. Quiero tomar ideas para escribir mi primer cuento, mi primer cuento de Navidad.
Acabo con un parrafito que he encontrado hoy en El Mundo en una entrevista a Esther Tusquets. Sí, te recomiendo que la leas. He llevado las líneas de este último párrafo en la cabeza todo el día y he vuelto a pensar que estoy perdiendo el tiempo, he vuelto a pensar que el mundo necesita un cuento de Navidad de Blumm.
Esther Tusquets (Barcelona, 1936-2012) era una lectora apasionada, se matriculó en Filosofía y Letras y, primera sorpresa, eligió la especialidad de Historia. No se decantó por lengua y literatura porque «quería que la literatura siguiera siendo puro placer, un placer incontaminado, y no un motivo de estudio ni algo relacionado con el trabajo. No me interesaba llegar a ser profesora de literatura, crítica literaria, sesuda hispanista. Lo único que me atraía era leer y escribir».
De la entrevista a Esther Tusquets publicada el 25 de diciembre de 2019 en El Mundo: «Esther Tusquets, el mundo se hace con libros»