Si estás aquí, ahora, delante del ordenador, sin tu cuaderno, es porque no has tenido tiempo de permanecer entre cuatro paredes solo al menos menos cinco, diez minutos. Y así ha sido. Por eso te atrae ese silencio que emana una capilla y un sagrario, un rincón solitario en un edificio alejado, una iglesia en penumbra, un sitio donde solo estés, donde solo estés y donde puedas cortar el silencio, el sosiego, el silencio otra vez, y el sosiego, la paz; cuatro paredes, tú, y cuatro paredes. Ya está, esa es la riqueza que persigo.