Tropo 201: Reventar la tarde

Hoy, antes de encarar el comentario de texto teatral que tenía programado, un fragmento del acto III de El caballero de Olmedo, me he ido a pasear media hora, por aquello de agarrar algunas ideas originales y oxigenar un poco el día. Al final, no me ha dado tiempo a terminarlo, porque lo que pretendía ser solo media hora se ha convertido en hora y cuarto. Más da, como diría Forges. Mañana en la biblioteca pública infantil lo acabaré. Sí, créeme.

Más da un libro, he pensado. Trapiello me tiene enganchado con su primer tomo de los diarios, El gato encerrado. Recordando lo que leí ayer, me he entretenido en una nueva librería de viejo que ha abierto en la calle Espartería de Jaén. Bueno, llamar a ese local librería es un tropo, o una mentira. Además de libros dispuestos sin ningún criterio, tiene objetos rarísimos que nunca había visto antes.

Me he entretenido mucho y entre semana, reventar así una tarde, es peligroso, pero recordaba la página 100 y siguientes de El gato encerrado y me he rendido a la tentación. Fragmentos como “mis libros los he ido comprando en la Cuesta de Moyano, en el Rastro y en las librerías de viejo”; “yo, en cambio, cuando voy a una ciudad nueva lo primero que hago es informarme de las librerías de viejo” o “conocí en Córdoba a un librero que tenía el establecimiento cerca de la Plaza del Potro”. Antes, en la página 86 decía: “Yo creo que con las novelas de ahora hay que dejar correr el tiempo. No sé, cinco, diez años. Yo las espero siempre en Moyano o el Rastro, cuando llevan andada una buena porción de mundo. Si para entonces sigo queriendo leerlas, las lee uno o lo intenta, y en paz. Pero lo normal suele ser lo contrario. Que cuando uno se las encuentra al cabo de ese tiempo, las ve como esa falsa moneda de la copla, ‘que de mano en mano va y ninguno se la queda’.

Así que, en la nueva librería de viejo, la almoneda o lo que sea ese local, me he hecho con un libro de la UNED de José Domínguez Caparrós publicado en 1978 que despertó, desde el principio, mi curiosidad. De hecho, lo he visto, lo he agarrado y no lo he soltado durante toda la visita, mientras hojeaba otros. Hay dos joyas de Umbral que quizás traiga a casa. Y por un euro, soy feliz. El tipo vende todos los libros a un euro, sea la editorial que sea; además, con este que he adquirido, me retrotraeré a la concepción que, de la crítica literaria, tenían los ilustres cuando a mí, aún, no me había salido el bigote; ni el seso lingüístico.

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