Últimamente todo lo que leo está muy bien escrito. Últimamente, la escritura de Andrés Trapiello en El gato encerrado es una escritura de paseo y remanso. Esto lo escribía mientras le cambiaban el aceite al Skoda. Hacía tiempo, hacía mucho tiempo, que no encontraba ni la fluidez ni la parsimonia ni la tranquilidad de una escritura tan bien tirada.
La escritura de Andrés Trapiello en El gato encerrado tiene todo de paseo. Es como un tópico. Sí, la escritura de Trapiello es un tópico como el del locus amoenus, puesto que es un sitio, esa escritura, esa pacificadora escritura, un verdadero manantial para un lector que se sienta con Trapiello en la sala de espera de un taller mecánico cualquiera. Por un momento he pensado, “que este momento se haga eterno”. La capacidad de aislamiento que te procura la lectura, a veces, muy solo a veces, asusta. Después de una jornada laboral, el gozo pleno se iba a presentar de lleno leyendo a Trapiello en un taller mecánico.
Cierro el tropo. R y yo, existiendo dos R en casa, mi mujer y unos de mis hijos, R, mi hijo de once, defendemos con uñas y dientes la media hora que, después de cenar, inventamos en el salón. Media hora donde suena la música clásica de fondo y leemos, ambos leemos hasta dormir. Ambos, con un libro entre las manos, él, a veces, con un Kraken. Y la media hora, perdónenme, comienza ya. Será por locus amoenus…
Lo que se aprende con tus tropos.
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