Y entre tanto estás, estás frente a la pantalla porque te ibas a la cama, estabas en el filo de la cama quitándote los calcetines para empezar por los pantalones del pijama y seguir con la camiseta cuando te acuerdas de que hoy no habías escrito el tropo ni nada que se le pareciese. Que hoy has estado dando clase y conduciendo, conduciendo y estudiando, preparando los planteamientos de cada curso, las reglas del juego, vamos, enseñando las cartas con las que pueden ganar en junio todo, o nada. Así estabas, en el filo de la cama cuando te acordaste del tropo, y del tema que has estado estudiando hoy que se titula “El ensayo. El periodismo y su irrupción en la literatura” y qué buenos columnistas tienen algunos medios como “El Mundo”, y cada vez menos “El País”, que lo decía el otro día, el bajón que ha pegado «El País», por Dios y por la Virgen, qué pena de periódico, que es un trozo de ideología con ojos y casi sin ideas, y casi sin chispa, y que se parece cada día más a una fábrica de churros venezolana, si existiesen, que no lo sé, fábricas de churros en Venezuela. «El País», desde cambió de director no me gusta. Qué tendencias… He de decirlo, aunque yo había venido aquí hoy a hablar de mi tropo, y de mi pijama y de una cosa que he encontrado en el tema de hoy que dice así: «la confesión es muy similar a la autobiografía con la particularidad de que su intención es hacer públicos los secretos de la propia existencia privada del que escribe, fijándose especialmente en su evolución o cambio intelectual y moral, al que se concede un valor ejemplar”. Pero adónde vas. Que ibas a desnudarte para ponerte el pijama y te acordaste del tropo que no habías escrito. Escrito ha quedado. Solo eso.
Veo el término churros aludiendo a un engaño, algo mal hecho, una estafa pésima, ni pensada, ni tramada, burda, vulgar, absurda, de tontos; veo el término churros y, si pudiera, daría me gusta. Así de simple.
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