Terminas el prólogo de El cuarto de atrás, y al final, como siempre, está la bibliografía. Diez páginas dedicadas a relacionar cada uno de los libros que José Teruel, el autor que se ha hecho cargo de la edición, ha consultado para fundamentar, sobre piedra, su sobresaliente y entretenido prólogo. Si haces un cálculo rápido y estipulas –permíteme hoy utilizar el verbo estipular— la bibliografía contiene cerca de ciento cincuenta referencias, más o menos, que tratarían de enfocar al lector de El cuarto de atrás en El cuarto de atrás. Es decir, si José Teruel escribe que “El cuarto de atrás propone, en primer lugar, que nuestra historia se nutre simultáneamente de lo que se ha vivido, de lo que se ha presenciado, de lo que nos han contado y de lo que hemos leído o soñado”, José Teruel te indica con un superíndice que este fragmento puedes confrontarlo con “Carmen Martín Gaite, El cuento de nunca acabar (en Obras completas V, ed. cit., pág. 273)”. Y así todo.
Pero hoy estoy escribiendo este tropo porque la segunda referencia que aparece en el epígrafe de la bibliografía “FUENTES PRIMARIAS” es la trascripción de un vínculo con una aclaración, o «cartela»: “BIBLIOTECA PERSONAL DE CARMEN MARTÍN GAITE”. Ahora necesitas un tópico, quizá tú también estés buscándolo ahora, para expresar tu sorpresa, o mejor dicho, tu ansiedad. Y lo encuentras rápido: se te hace la boca agua con el vínculo que te ofrecen. Te sacas el móvil del bolsillo –sigues desafecto al ordenador portátil— y tecleas la secuencia clave que te abrirá (o se descargará) el archivo pdf. Lo abres, y ahí las tienes, la relación de los libros de la biblioteca de Martín Gaite en 309 páginas. Calculas rápido, por el número de páginas y el número de títulos por página, que Carmen Martín Gaite guardaba en su biblioteca cerca de cuatro mil quinientos libros, un tomo arriba, un tomo abajo. Pero lo que me resulta más interesante es el tropo que se esboza en la segunda página del documento: “Carmen Martín Gaite […] no era una bibliófila”. El enunciado te sirve, además, como título para este tropo. Supongo que quien hoy entre a leerlo podrá comprobar por sí mismo si Carmen Martín Gaite era o no era una bibliófila. Y yo digo, que pinche AQUÍ y lo averigüe.