Mientras los alumnos completan sus exámenes, él lee. Y subraya fragmentos como “siempre me ha repugnado el frecuente personaje a quien oímos decir constantemente que se cree en el deber de esto o de lo otro. Yo me he creído muy pocas veces en deberes durante mi vida. La he vivido y la vivo casi entera empujado por ilusiones, no por deberes”. La frase le parece buena, incluso muy buena, para despedirse del aula donde está y ha estado en este curso. La va a plasmar sobre la pizarra antes de salir del aula por última vez. Espera a que todos los alumnos terminen sus exámenes, se levanta y escribe: “Mi vida la he vivido y la vivo casi entera empujado por ilusiones, no por deberes”. Le ha echado una foto y ha cerrado el aula. Baja las escaleras que dan acceso a la sala de profesores pensando en la cita, con ilusión.
