Le arrancas a tu fichero una ficha al azar y lees:
Madrid, ya digo, no existe. Sólo existe el Madrid que cada uno trae de su provincia delusiva.
Es de Umbral
Es de Umbral y está escrita en “Azorín, a pan y agua”. Añado en la ficha “En los alucinados. p38”. Después sigo escribiendo “Cambiando Madrid por J para próximo artículo”. Lo que más me molesta ahora es no haber escrito la fecha en que tomé la cita. No suelo olvidar escribirla, pero esta vez es comprobable que olvidé apuntarla. Hubiese sido algo parecido a 201908191901, donde 2019 es el año, 08 agosto y 19 el día. A las 19:01.
Por jugar y dorar el tropo arranco otra ficha. Esta sí está fechada: 201709202017. Y dice:
No dejo de leer información en la web de Zettelkosten donde se hace hincapié en la necesidad de digerir lo que leemos y las notas que creamos. Es importante. Las notas de lectura tienen que ser mi interpretación de lo que otros escriben y yo leo.
Anotación de Blumm
Así que la interpretación que otorgo a la primera ficha (insertaré las dos en el tropo de hoy, abajo) es la siguiente. La ficción te permite esa gran licencia. Inventar un Madrid con los moldes que traes de tu casa, esté en Jaén o en Segovia. Madrid para un jiennense y un segoviano no dejará de ser una urbe diez veces más grande que su capital pueblecita. Para domesticar Madrid configurará un Madrid delusivo, es decir, engañoso, artificial. Por eso, el forastero que se instala en Madrid, le cuesta salir del barrio donde vive: Usera, Malasaña, Atocha o como se llame el barrio donde está la Cuesta de Moyano. Acoplas tu ciudad a un barrio de Madrid. Llámalo escala, haces Madrid a tu escala. Así que, pongamos que hablo de la décima parte de Madrid: mi barrio.


Jaén para ti ya no existe, aunque no me creas, es delusivo forzosamente: en Teoría del personaje literario, un libro de Rafael Aznar, podemos leer sobre la función del paisaje o del lugar, en un apunte por boca de Azorín: «Los lugares mueren como los hombres, aunque parezcan subsistir. Riofrío de Ávila, siendo una realidad, ya no existe. Solo nos queda, en lo íntimo del espíritu, su imagen. Una imagen de una cosa que no hemos visto nunca; una imagen fugaz, como la de un sueño; una imagen de algo que queremos recordar y no recordamos».
Despídete de (tu) Jaén, si es que no lo has hecho todavía.
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