No todos los días descubres una cita chula de Gandhi. No trato de coleccionarlas, pero si resuena en alguno de los barrios de tu vida, te la guardas y le montas una fiesta de barrio, o un texto como este. Cuando hablo de citas recuerdo que, en algún momento de mi adolescencia, me encerraba en mi habitación con un libro del Círculo de Lectores de Rabindranath Tagore; me tiraba en la cama, cruzaba las piernas y me acariciaba el seso con él.
Pero esto ha sido diferente. La historia de la cita de Gandhi empieza en un confesionario. Sí, sí, en un confesionario de la Catedral de Jaén. De vez en cuando, y dependiendo de cómo vaya el presupuesto del mes, me acerco a uno. Es ir al psicólogo (tópico), pero gratis. Sueles salir mentalmente nítido y espiritualmente límpido, pero no se trata ahora de desmenuzar el bacalao, porque ni hay hambre ni es hora de comer. Yo aquí he venido a hablar de mi cita.

Decía en un confesionario, pero la cita realmente me la encontré en un blog. Estaba duchándome de rodillas cuando el sacerdote me decía no sé qué de una cita de san Benito. Que no era solo el famoso “Ora et labora”, sino que la original era “Ora, lege et labora”. Aquello me descolocó al principio, pero al instante se me abrió el seso, y si bien no dudaba de la fuente de la que procedía, porque este santo hombre utilizó unas palabras de Benedicto XVI dichas en la Abadía de Montecasino, inicié, cuando salí de la catedral, un correcorre con el navegador del móvil para comprobar la veracidad de ese “lege”. Rellenaba así algún que otro hoyo de mi ignorancia. Empecé a explicarme por qué morían de hambre tantos espíritus; y claro, si no leían, si no seguían alimentando el seso, ni se formaban, ni estudiaban, ni asimilaban la res extensa y la cogitans religiosa, qué podías esperar, ¿un doctorado en asuntos de la religión? Imposible. Construir sobre arena nunca ha resultado. Mira los castillos de arena de la playa. ¿Orar y trabajar solo? Para zamarros.
En fin, que mientras buscaba la sombra de los plataneros de la plaza Santa María, contrastaba la información y llegué a la web de la Abadía de Silos. Qué ganas me entraron de nuevo de tirarme allí una semana, a lo Antonio Lucas. Pinché allí y allá y descubrí el blog de Víctor Márquez, un monje de la abadía. Aunque el blog estaba alojado en Blogger, -odio Blogger-, entré. Y fue allí donde descubrí la cita de Gandhi que hoy ha rebosado en un tropo:
“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.
Vínculos en el tropo: Abadía de Silos | Serie de «El Mundo» Antonio Lucas: «Un ateo en Silos» | Blog de Víctor Márquez Pailos, monje de Silos.