Mientras escribes este tropo tienes a L, de quince, en Marbella y a R, de once, en Granada. Tú estás tomando café en una cafetería donde tiran el mejor café arábica de Jaén. Y piensas que usas el verbo tener en su tercera, séptima y décimo novena acepción –de las veinticinco que tiene–, cuando te refieres a ese «tienes», sobre todo. Pero los hijos te pertenecen cada vez menos, y empiezas a apuntarlo en el cuaderno de hojas punteadas; y subrayas que van pasándose a la acera, sin que te percates, del torrente de la vida y del destino. Tu obligación es clara: tienes que dotarlos de palabras y de retórica para que puedan sobrevivir allende tu casa. Mientras tanto, desayunas, comes y cenas con ellos. Les compras zapatillas de deporte y pistolas de agua pero sobre todo, sobre todo, cuando conversas con ellos empleas determinadas palabras, razonamientos y argumentos, retóricas; recuerdas lo de la brecha lingüística y piensas que la riqueza léxica será su salvación. Lo tienes claro. Con palabras en la cabeza podrán asentar cualquier pensamiento que la vida les traiga. Cualquiera. Y creencia. Cualquiera. Y se dejarán zarandear si permiten ser zarandeados. Conversar así, incansablemente.
Vínculos del tropo: Las veinticinco acepciones del verbo «tener».