Elvira Navarro me bloqueó en Twitter porque no le gusta lo que escribo. No sé cuándo lo hizo. Supuesto número 1. Desvelarlo aquí es como enseñar los calzoncillos, pero cuando descubrí el pastel me pregunté por qué me bloquearía. Elucubré y elucubrar no se toca, nene, que te haces pipí en la cama. Reconozco que no he podido dormir durante esta noche por este motivo. Además, estoy preocupado: no he conseguido terminar ninguna novela de Elvira. Me saben mal sus comienzos y algunos desarrollos: uno parecía de rapaz carroñera, el otro de hiena, alguno de perra hambrienta. La última novela que empecé fue la de los conejos y me nacieron ampollas en la imaginación; qué estilo tan ampuloso: sopor y prepotencia. ¿Solución?: el abandono en la cuneta de la balda de la biblioteca pública el libro de los conejos de la coneja. Después de que te bloqueen en Twitter determinas mejor la ralea de ciertos escritores, y de las gentes; ¡la tuya misma! Es el primer bloqueo que descubro y me da risa. Que un escritor se entretenga en bloquear a un lector es infantil. No te olvidas de tacharlos. Hay que tratar de volar a otra altura. También sabes quién te ha silenciado, pero hablar de eso aquí es quitarse los calzoncillos. Y no se trata de reírse más.
