Tropo 53: Señas de identidad

Cuarenta y dos páginas en Word y 21 906 palabras llevan consumidas los tropos, pero estás cansado de recorrer los pasillos de la biblioteca pública y no ha hecho más que comenzar la tarde. Otros, los poetas, hubiesen escrito algo así como “estoy cansado y no he hecho más que poner los primeros terrones de la tarde y aplomar las ganas”, el yo por delante y aunque “poner” y tanto “nada” y “hecho” y artículos y determinantes rebajen el nivel léxico de tu prosa, hoy te da igual. Estás cansado de recorrer los pasillos de la biblioteca, además del antibiótico. Estás allí porque no has leído bien. Te sobra una hora. El evento era a las siete y media y no a las seis y media. Una hora que has dedicado a buscar en el Abys de la biblioteca desideratas, en ojear libros y en hojear páginas. Además, has aprovechado y has traído de casa los que tenías que devolver. Tres: uno de Ferrando, otro de Fdez Flórez y Señas de identidad. Este último te dio asco por cómo estaban sus páginas, unas manchadas como de bocadillo de chorizo y otras subrayadas. No puedes, no puedes leer un libro en esas condiciones y por ese motivo lo devuelves. Y paseando entre los anaqueles has consultado si en Amazon estaba en formato electrónico; te responde que sí, que a mitad de precio que la inmaculada edición en papel, y tienes prisa y tienes una media hora aún por delante y en Iberlibro tardan quince días, y en tu librería lo consultaste ayer: no lo tienen, casi nunca tienen nada de lo que buscas. Y dices, te convences más bien para al final, pagar los seis euros de la edición digital de Alianza. Los das besados, o besaos, que soy andaluz, con tal de no acordarte de los incivilizados que pueden llegar a ser los usuarios de las bibliotecas públicas porque lo público, ya saben, algunos se lo toman como suyo; y no, no es tuyo y no, que no, que no se te mete eso en el seso. Lo público tienen que heredarlo nuestros tataranietos. Descargas el libro para el Kindle de tu iPhone. Impoluto, blanco el fondo, o sepia, o negro, o como te dé la gana, empiezas a leer. Gustazo. Hay veces en las que leer en digital te hace feliz. Esta es una de ellas. Y subes a la sala de lectura, donde está el salón de actos para esperar leyendo. Esperar leyendo. Sí, así, como modo de vida. Y comienzas a leer Señas de identidad y pasa una hora, y casi media más y dices ¡ay! Entras a la charla, que estaba a punto de acabar. La literatura, te dices, qué amante tan celosa. Y no te mientes: el comienzo fue un espectáculo, joder, qué comienzo el de Señas de identidad. No te vayas, como que te susurraba.

*Demás tropos*

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