Quo Vadis? A la cama después del tropo, latín verba, efluvios de Ave María, acurrucado, casi treinta, treinta nueve gratia plena, centígrados dominus y sudor febril tecum. Benedicta la almohada, tu in muliéribus, aprietas et benedictus fructus donde hay armarios ves un empotrado ventris tui, Iesus. Santa cabeza, gira más sin Maria, Mater Dei, ora por mí, pro nobis siempre peccatóribus, así o ahora, es nunc et en esta hora in hora mortis nostrae. Amen. Cuando tienes fiebre, mucha fiebre, querido narrador, huyes hacia ese territorio ancestral, que adoras con devoción, es Adoro te devote porque late y latens deitas. Sin sentido, pero no lo recuerdas de otra manera, como vieja que bisbisea, siempre con fiebre, acurrucado, tiritando, pater noster qui es in caelis, treinta nueve veces tantas como grados, tropo demente, febril, raro, quae sub his figúris vere látitas. Hasta ayer no sabías cuántas oraciones en latín conservas en un lugar de la memoria y que surgen, torrente, como llagas que son plagas sicut Thomas, no intúeor, pero existe aún ese et te illi Semper dulce sápere. Tienes que averiguar por qué con fiebre bisbiseas todo el devocionario que un día, hace más de treinta años aprendiste en Amen. Cama, almohada y latín. Y recuerdas el monasterio de Silos, sobre todo su biblioteca, adonde quieres regresar y recuerdas esa paz en ese silencio, ese latín eterno, que declamas cuando acurrucado en la cama sudas, sudas, fiebre.
