Llegue a la hora que llegue, lo primero que hago al llegar al piso es dirigirme a la habitación de mi hijo, sentarme en el borde de la cama, cerca de la ventana, e imaginar su futuro. Desde ese ángulo puedo ver con claridad el balcón de la mujer que echa de menos a su marido, que saltó hace una semana por él, secando, de un solo golpe, su futuro. La vida es esto. Hoy no hay foto, pero existe.