Es tarde, por lo que escribiré solo unas líneas. Y es sábado todavía. Desde que me lo planteé, continúo escribiendo los tropos del mismo modo: o manuscritos o mecanoescritos. ¿Mecanoscritos?
Hoy he comprado en la librería Breviario de escolios, de Nicolás Gómez Dávila. Tenía verdadera ansia de colmar mi biblioteca con este título, que no está en ninguna de las bibliotecas que frecuento. La contra se abre con un escolio. Moliner los define así: “(del lat. medieval scholium, del gr. schólion, comentario, dim. de scholé, estudio, escuela) m. Nota que se pone a un texto para aclararlo, *explicarlo, *comentarlo”. El escolio de la contra te advierte de que “madurar no consiste en renunciar a nuestros anhelos, sino en admitir que el mundo no está obligado a colmarlos”.
Abro el libro tres veces y cierro por hoy:
Una, “La cultura es herencia de familia. O secreto entre amigos. Lo demás es negocio”
Dos, “El único escritor del XVIII resucitado por la admiración de nuestros contemporáneos ha sido Sade. Visitantes que de un palacio no admiran sino las letrinas”.
Y tres, “La vanguardia intelectual es el clima favorable a los tópicos”.
Se leerá.