Iba a tuitearlo, pero me quedaba sin tropo para hoy. Así que aprovecho y no lo tuiteo, sino que lo escribo aquí, aunque para ser sincero, hoy me hubiese gustado escribir de las carcajadas que me arranca Literatura infiel de Ricardo F. Colmenero mientras vigilo exámenes de bachillerato ¡Que se copien! Me da igual. ¡Qué desternille!
Iba a tuitearlo, decía, porque de manera casual he descubierto que han desaparecido simultáneamente dos usuarios de Twitter, uno real, y otro, por oposición, fake, irreal, anónimo o troll, hijo de puta, claro; bueno, seamos finos, un troll que me insultaba de vez en cuando en Twitter. Como todo anónimo marica, es conditio sine qua non insultar escondido detrás de un anónimo. Marica no sé si es, pero mi intuición -que es conocimiento también- me dice que son la misma persona. Si bien no puedo colegir que él, el que lleva nombre y apellidos sea el anónimo marica, o el marica anónimo, si me piden una apuesta, sin dudarlo, apostaría.
Y por hoy, porque no quiero dar más pistas de las necesarias, escribo el tuit que iba a tuitear, pero que al final, no he publicado. Quede registrado en el tropo número treinta, el del casi mes: “Ha sido divertido descubrir quién era el hijo tonto que había detrás del torno de Gonzalo, el que me insultaba detrás valiéndose, marica él, de un usuario anónimo. Asombroso. Estupefacto. Tenía que tuitearlo”.
Pero no lo he tuiteado, por eliminación.