Nunca imaginé que la encontraría escrita porque parecía vulgar, coloquial, hasta procaz. Pero la he encontrado. He encontrado la expresión con la que soñé un día. Van a adivinar cuál es por lo que prescindo señalarla, subrayarla:
Lector normal, como siempre. Meterle un best seller por el puto culo. Así quedará perplejo y con los ojos como platos. Pero ¿tan raro escribes? Peor que eso, afirma Erótida: escribes para ti mismo. Ah, ¿hay otra forma de escribir? Tienes que urdir un argumento para los otros, algo de quien nadie -Erótida, Ester, Tito Colmenar- pueda decir: ¿Por qué no escribes como los demás? ¡La madre que parió a los demás! Oyes el tictac del reloj que sigue parado en las 11.37. Debe de ser que el tiempo sólo pasa para los demás -los otros. Los demás -los otros- son el enemigo, ton semblabel, ton frère. Algo debes reconocer: no eres el escritor más optimista del mundo y te perturba la posibilidad de la agrafía, cierta tendencia esquizoide, el peligro del alcoholismo y tu notoria incapacidad para describir espadachines, lances de amor, códigos misteriosos, catedrales secretas, arcanos cabalísticos, trances pornográficos, incunables robados, refriegas oceánicas, recreaciones históricas, consideraciones físicas, meriendas reconstituyentes, conflictos espaciales, recuerdos de una guerra civil, intrigas vaticanas, historias de abuelos, argumentos neoyorkinos, detectives visionarios, coordenadas tailandesas, relaciones por internet o veleidades de la neurociencia. Eres lego en esas materias. Te interesan la vida y la muerte, particularmente TU vida y TU muerte. De qué vas a escribir. ¿De las cucarachas? Bien, las cucarachas son un asunto importante, sí, pero ¿serás capaz de mejorar esto?
José María Pérez Álvarez en Examen Final, Trifolium, 2014
