No hace falta revelar todo lo que piensas hacer, pero de vez en cuando lo haces y no ocurre nada, como ahora.
Hoy no tenía ganas de escribir este tropo, pero me he prometido que, si lo consigo, si lo escribo, lo transcribo y publico aquí, dejaré de leer la prensa online durante un tiempo que no me ha sido revelado. Fuera sección cultura. Fuera sección opinión. Fuera sección internacional y fuera sección España. Deportes no leo, solo la Fórmula 1, y corazón tampoco. Estoy convencido de que gran parte del agotamiento mental que arrastro a estas horas de la noche procede del continuo imput, imput no me gusta, del continuo consumo de información sin tragar, sin digerir: leer y leer. Leer y leer. Sacar el móvil del bolsillo para «estar informado», alineado y claro, alienado. Y leer más. Leer sin procesar, leer sin que nada, o casi nada se pose, deje rastro que arme, de una manera adulta, un juicio, tus argumentos, tu visión de la vida que te circunda.
Por el contario, compraré una vez a la semana un periódico en papel. Aprovecharé el resto de los días -y no todos los días- para leerlos en las cafeterías y en las hemerotecas. Tengo una a setenta pasos de casa. No hay ninguna necesidad. Rectifico. No tengo ninguna necesidad del empacho informativo en el que me hallo. Sí, por supuesto: el quid está en el modo de consumir la información.
Y Twitter. Twitter cansa. Twitter harta. Twitter aburre cada día más. Río de potas verbales, manantial de ocurrencias infantiles, carnicería de enunciados torpes, graciosillos, cementerio de ideologías maltrechas. No más retuits chisporreteantes. No más aplausos hipócritas. Reducir al máximo su consumo. Establecer, otra vez, un límite diario puede ser la solución para leer más y jugar a los recortables con tranquilidad:
Coja un periódico.
Coja unas tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la
longitud que cuenta darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte en seguida con cuidado cada una
de las palabras que forman el artículo y
métalas en una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente
en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente
original y de una sensibilidad hechizante,
aunque incomprendida del vulgo.
Tristan Tzara (Traducción de Montserrat Tarrés)
Munuera Montero,
No sé a quién felicitar: si a Tzara (a quien no conocía), por quien te agradezco el descubrimiento; si a Galera (pese a haberte cambiado un apellido), por delimitar de forma clara quién de todos los pertenecientes al texto es el que ‘habla’; si a Alcalá, por señalar una obviedad (la separación entre literatura y vender libros) que pocos ven; o a ti, porque tiempo llevo leyendo lo que escribes, aunque, por mor del anonimato, hace años te leía con otro avatar. Tú has mudado la piel en diferentes blogs, por eso entiendes que yo los abra y los cierre y los vuelva a abrir. Por leer, te he leído, incluso, lo que ponías en Amazon acerca de los libros que allí comprabas… Muchacho, ¡cada día escribes mejor!
Brillante (y feroz) el tropo de hoy.
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Gracias, artista. Eso sí, me gustaría hacer el experimento que propone.
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Lo prometo.
Vamos a escribir.
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