Sobre lo azul de William H. Gass
Le doy un cuatro sobre cinco. Es ensayo. Es uno de mis autores extranjeros favoritos. Es un libro del recientemente fallecido William H. Gass, filósofo de la literatura. Lo admiro. Hubiese dado lo que fuera por estar en algunas de sus clases de escritura creativa, que por cierto, no le gustaba impartir. Leía, leía y escribía, sabía de literatura, no como yo.
Lo que te enseña este libro, escritor, lector, es a ver cómo «la exaltación de la forma artística no está en su exaltación sino en su desaparición». Si bien esto lo escribe Juan Ramón Jiménez y lo subraya el traductor del libro, Ce Santiago (magnífica traducción, por cierto), podría ser, sin lugar a dudas, la frase con la que resumiría este ensayo de William H. Gass.
A no ser basto[1]. A no ser basto escribiendo, escritor. A buscar creatividad en las escenas de sexo porque lo «sexual», dice Gass, suele «desbaratar la forma». Y es quien prologa el libro, Belén Piqueras, la que lo resume muy bien: «Lo que admira Gass en ellos (en Shakespeare, Virginia Woolf, Colette, John Barth, John Hawkes o Ezra Pound) es lo que distancia a estos espléndidos autores de otros mediocres, pues consiguen eludir el lenguaje manido y sórdido de la sexualidad —lenguaje “azul”— y logran concebir y transmitir la sexualidad de un modo sugerente y evocador, desplazando el erotismo hacia el lenguaje —también este lenguaje conceptual y sensualmente sublime es paradójicamente etiquetado por Gass como “azul” más adelante—. Esta ambiciosa empresa no es materia para aficionados, afirma Gass».
Gass cree en la «pintura hecha de palabras», Gass rechaza los «discursos desestructurados y caóticos» y cree que el artista, el escritor, es como un «profeta y un visionario, un demiurgo de sensibilidad privilegiada y con una misión trascendente, la de hacer ver que el arte es y debe ser capaz de iluminar la realidad.»
Conocer lo azul, querido escritor, te permitirá «vivir una experiencia verbal sensual».
Recomiendo la página 14 de este libro donde Gass describe los cinco métodos comunes con los que se gana el sexo su entrada en la literatura y claro está, con cuál de los cinco se queda él. Desde luego que con el más común, con el más desvergonzado, ¡no!: «la descripción literal de material sexual —pensamientos, actos, deseos—». Ni con el segundo, ni con el tercero, creo. Pero eso te tocará descubrirlo a ti, lector, en este libro de la colección Sacacorchos de la editorial La Navaja Suiza Editores.
Acabo con un texto de Barth de El plantador de tabaco[2], que es en realidad un «breve relato de lo que sucedió cuando unos piratas abordaron el barco de prostitutas Cyprian». Con este fragmento abre Gass el segundo capítulo de Sobre lo azul[3]. Lo glosará a lo largo del mismo para encumbrar a Barth como «maestro del arte narrativo, que modula la magnitud de sus eventos y supervisa su ritmo». Advierto. Es muy sugerente y aviva en demasía la imaginación. Quedan advertidos:
«[…] la escena en cubierta resultaba muy atractiva para la atención dividida: los piratas sacaban a rastras a sus víctimas de una en una y de dos en dos, aturdidas o despiertas, a punta de pistola o por la fuerza. Vio cómo violaban a las mujeres en cubierta, en las escalerillas, en las barandillas, en todas partes, de todas las maneras concebibles. Para ninguna hubo clemencia, y las presas más bonitas cayeron en las garras de dos y hasta tres hombres a la vez. Boabdil apareció con una encima de cada hombro, que lo pateaban y arañaban en vano: cuando en el alcázar le ofreció una al capitán Pound, la otra logró zafarse y trató de escapar de su monstruoso destino trepando por los flechastes de mesana. El moro le concedió una ventaja justa y se puso luego a escalar lentamente en su busca, llamándola a cada paso en un voluptuoso árabe. A cincuenta pies de altura, donde se amplifica considerablemente cualquier bandazo del casco, a la muchacha le fallaron los nervios: desnuda de brazos y piernas se arrojó por entre las cuadrículas de las jarcias y se quedó colgando a la desesperada mientras Boabdil, tras aparecer por detrás, la violaba sin piedad. Abajo en la chalupa el velero daba palmas y se reía con ganas; Ebenezer, desconsolado, se alejó».
[1] Adj. Grosero, tosco, sin pulimento.
[2] El plantador de tabaco, de John Barth (Sexto Piso, 2013)
[3] Sobre lo azul, de William H. Gass (La Navaja Suiza Editores, 2017)