Si se borran los nombres propios, se borran los errores y las conductas impropias. Si se borran los nombres, la raza humana se dará la mano y dejará de pelear.
De la escena XVI de El protagonista muere, de Fernando Fedriani.
El protagonista muere, de Fernando Fedriani, fue la obra ganadora del II Certamen Simprota de Teatro Joven de 2013, premio concedido por el Ayuntamiento de Medina Sidonia que fue editado en el año 2017 por Ediciones Antígona. Bien hecho.
Cuando leo teatro pienso más. Sí, sí, sé que las obras de teatro se escriben para ser representadas pero me formulo preguntas estúpidas. ¿Dónde? ¿Dónde deben ser representadas las obras de teatro? ¿En un escenario? ¿En tu imaginación dentro de tu seso? ¿Por qué un parlamento puede tener más fuerza cuando es leído en la soledad más absoluta de tu habitación que cuando lo escuchas interpretado por los actores mientras tú estás sentado junto a ella en el patio de butacas? Ya, ya lo sé. Mi propuesta hundiría las salas de teatro y no es mi intención. Pero no lo dudo: los textos dramáticos me hacen reflexionar más, en la soledad del conmigo mismo, del solo y sin sombra, en una habitación.
Pero hoy, además, esta obrita de apenas cincuenta páginas, me fideliza como lector del recién descubierto Fernando Fedriani. Se le ven todos los talentos para la escritura de textos dramáticos. ¡Y solo he leído El protagonista muere! Compruebo que tiene más y representados por la compañía de teatro «Los Pollitos». Tomo nota.
El protagonista muere es una parodia, una lucha de yos (el yo de red social y el yo que tú y yo conocemos). Cuando se encuentran esos yos deciden revelarnos la tensión entre la vida hacia fuera y la del silencio, o la de dentro. Una parodia que ridiculiza las relaciones atolondradas que surgen en las redes sociales, las relaciones superficiales que se guarecen en el barullo de la exterioridad. El protagonista muere es una señal de socorro que le insinúa al lector: ¡Vete a ti! ¡Vete a ti! ¡Recupérate! Busca la voz verdadera, encógete en el regazo de Ana, la vivaz y atractiva, porque ella te escucha, ella no contabiliza los corazoncitos de ritual. Ella es silencio, si te fijas.
A mí me ha tronado El protagonista muere. Muy dentro. Me ha hecho reflexionar y ahora solo quiero verla representada, porque la he leído, la he pensado y la he asimilado. Es una obra auténtica e inteligente. Me atrae la literatura inteligente.
Como me he propuesto algo cortito, algo que no supere las quinientas palabras, acabo. Y acabo con un subrayado. El simbolismo que despliega la obra apabulla. Y las metáforas, los paralelismos y guiños al lector (figura literaria de nuevo cuño). Todo es arte para denunciar esa banalización de nuestras vidas como creyentes y practicantes de esa nueva religión monoAppeística: la movillización, de móvil y de incivilización.
Animo a que se hagan con la obra. Si solo tienes que leer lo que necesitas, reconozco que necesitaba leerla. Léanla, piénsenla, encuentren la voz y el parlamento que les retrata. Quizá olviden el móvil en la butaca. Recojan el colofón de El protagonista muere en sus vidas, por favor.
No es mucha la gente a la que le guste leer teatro. Todavía menos que los lectores de poesía, creo. Me alegro de que alguien comparta este gusto. Te adjunto, para cuando tengas ganas, el link a un texto que publiqué hace tiempo sobre narrativa y dramaturgia.
https://refinerialiteraria.wordpress.com/2014/01/15/la-dramaturgia-como-escuela-narrativa/
Me gustaMe gusta
Gracias por tu recomendación, Ricardo. Leído.
Un saludo.
Me gustaMe gusta
Bueno, más que recoméndartelo era mostrártelo porque el texto es mío. Gracias por tu interés y tu lectura inmediata. Saludos.
Me gustaMe gusta