«Di siempre menos de lo necesario», me aconsejan, «haz el favor de prescindir de las explicaciones», me insisten. Di siempre menos y exprésalo con pocas palabras, solo las que necesita la ocasión; y cállate después, cállate por Dios, cállate y no metas la pata; aprende de los estoicos, del Séneca aquel y de Epicteto, su amigo. Autocontrol, necesitas autocontrol y respirar hondo, venga, ya, exprésate. Pues bien, escuchen, solo necesito cinco palabras: no me gusta el fútbol.
No me gusta el fútbol pero tengo dos hermanos árbitros, uno en primera y otro en segunda división. Tengo otro hermano que entrena a los zagalillos de un equipo de Córdoba y una hermana en la sala de máquinas del nuevo Real Jaén C.F. Mi hijo me sienta a ver partidos del Real Madrid y de la selección española y mi suegro me tiene al día del trajín que lleva y que trae el equipo de su vida. ¡Hala, Jaén! ¡Un proyecto, una ilusión! ¡Todos sumamos!
Pero a mí, y disculpen que lo repita otra vez, no me gusta el fútbol. Aun así les recomiendo uno de los mejores libros que he leído sobre fútbol, y solo he leído dos: Dios es redondo, de Juan Villoro, que es uno de los mejores cronistas de fútbol a pie de cancha. Un tipo que me atrapó con la vida secreta de los goles, sí ¡la vida secreta de los goles! Si les gusta el fútbol, se van a divertir con este libro.
Hoy quiero hablar de fútbol. Imaginen…