Las lecturas favoritas de 2016; no es broma

IMG_20161227_164004.jpgCuando llega diciembre, haces memoria. Recorres tu biblioteca con el fin de localizar, de la lista de libros leídos, los libros favoritos del año. Buscas esos libros fenomenales que le han traído a tu imaginación alegrías y a tu vida, por qué no, color. Y te sientas a escribir este post como una rutina anual. Te preguntas por qué lo haces, con qué finalidad y con ganas de qué escribes estas líneas. Y respondes con una simplicidad pasmosa: me gustaría que alguno de los lectores de este blog compre y lea algunos de los títulos sobre los que escribo hoy porque creo que no se va a sentir defraudado. Y no hay más razón que esta: yo he disfrutado y espero que tú también.

Los siguientes libros han conseguido que mi imaginación permaneciera estimulada incluso después de cerrar el libro, mientras el día se gastaba. A eso lo llamo también bienestar. Sin buscarlo, pero consintiéndolo cuando sucedía, alguna secuencia de la novela reaparecía en los momentos más extraños: esperando en un semáforo, paseando por mis calles o escuchando algún programa de música clásica. Libros que habían coloreado mi imaginación son libros que siempre recomendaré, como hago ahora.

El criterio que utilizo para seleccionar una lectura como favorita además de lo que cuento más arriba es sencillo: podría empezar a releerlo mañana. Sencillo, ¿verdad? Pues bien, una vez aplicado ese criterio a cada uno de los cuarenta títulos que he leído en 2016 los que selecciono han sido cinco:

Satin Island, de Tom McCarthy y editada por Pálido Fuego en 2016. Conmocionó mi imaginación. Leída en un solo día. Merece la pena leer la ficha editorial y visitar los sitios donde han escrito sobre ella. Cuando abres al azar esta obra puedes leer fragmentos como el siguiente. Me quedé con las ganas de escribir algo más extenso en el blog sobre ella, para qué engañarme:

Todo, como decía Peyman, es susceptible de ser una ficción; pero el Futuro es el cuento más largo y pesado de todos.

Magistral, de Rubén Martín Giráldez está editada por Jekyll & Jill en 2016. Otra joya. Magistral. Si me preguntasen que diese una razón de por qué elijo Magistral como favorita, diría que por el jugoso juego jodidamente jueno que hace con el lenguaje, trastabillándolo y fabricando con él una semántica espectacular. Forjar ficción así es magistral. Este libro no lo prestaría por nada del mundo. Es el tipo de libro que no quieres perder de vista de tu biblioteca, es el tipo de libro que lo coges fuera de hora, lo abres y te recreas con alguna página. En la ficha editorial, al igual que en el anterior, podéis leer más razones inteligentes. Como aperitivo, este fragmento:

Como mi bravata no era amable, tuvisteis que hacerla pasar por amable amansándola con vuestra lectura de mayordomos. ¡Mira que hay que ser retorcido para hacer pasar una soflama por una obra amable! Hay que reconocer, eso sí, que de esta forma conseguisteis desactivar casi por completo su sentido, y brindasteis con coños para celebrarlo. ¡No! No vale decir que yo soy bueno y decir que el que está a mi lado es bueno y decir que el que está a mi lado es bueno, porque eso es imposible o, como mucho, paraverdad, porque yo no veo a mi lado más que individuos aquejados de corrección, libretistas muertos de miedo de hacer una frase que no se entienda a la primera, copistas locos por evitar la menor arruga en la frente de su dios hipnótico, el lector, el praegustador, el probador de venenos. Al fin y al cabo ése fue el motivo que me llevó a escribir un libelo breve y ambicioso, un masaje de tortura para doscientas y pico personas —¿cuántas más pretendes que te lean?, ¿te van a traducir acaso, galano? No ha nacido todavía el libro que lastime a quien no lo lee, al menos de manera directa, y no creas que no lo siento.

El rey, IMG_20161227_171706.jpgde Donald Barthelme está publicado en Círculo de Lectores en 1996. Acabar el año con este libro ha sido una buena decisión, y una suerte. Lo compré en una feria de libro antiguo porque quería leer algo de Barthelme y una vez comprado había permanecido en ese sitio titulado «libros que quiero leer pronto» hasta este mes. Con un finísimo sentido del humor Barthelme humaniza una divertidísima sátira donde ríes de verdad y donde lo inverosímil del mundo caballeresco juega a los dados con el anacronismo de una guerra mundial. Parodia de nuestro imbécil mundo, rifirrafes que Barthelme construye con este peculiar collage literario. Es su última obra antes de morir. Es otra obra de arte. Como muestra, un fragmento:

Ginebra conversa con el Caballero Marrón.

—El bombardeo ha sido terrorífico —dice él—; hace poco pasé por Londres: hay incendios por todas partes. Están enviando más de quinientos o seiscientos aviones de golpe. Teniendo todo en cuenta, la gente se lo está tomando bastante bien.

—Pero ¿no los bombardeamos nosotros también? —pregunta Ginebra.

—Sí —dice el Caballero Negro—, estamos utilizando Wellingtons, Hampdens y Halifaxs contra sus ciudades. Pero las pérdidas son elevadas. Alrededor del seis o siete por ciento en cada incursión. Lo que está muy cerca de lo inaceptable.

—¿Qué es inaceptable?

—Nunca se explicita qué es inaceptable —dice el Caballero Marrón-. Depende, sabéis, de la situación. La situación puede requerir que un día se declare que lo que es aceptable es más importante, ¿me seguís?, que lo que había sido previamente inaceptable. Una trampa en la que no se quiere caer. Por esa razón utilizamos la fórmula «muy cerca de lo inaceptable».

—Un modo espantoso de hacer la guerra —comenta Ginebra—; prefiero sin duda el viejo estilo.

—Estoy de acuerdo —dice el Caballero Marrón—; la guerra debería dejarse en manos de los guerreros, es decir, en nuestras manos.

—Ésa no es la razón —replica Ginebra—, sino que vos, caballeros, estáis siempre perdiendo el tiempo por los bosques haciéndoos trizas a mamporros. Carecéis de sentido para planear a largo plazo y también sentido de estrategia.

—Es nuestra tradición —dice el Caballero Marrón—; es así como conseguimos acumular fama y respeto.

—Más a mi favor —afirma Ginebra; y admito que me gusta ver un golpe bien dado en el yelmo o una estocada hasta la ingle tanto como a cualquier otro. Pero en estos tiempos, ese tipo de comportamiento, como se dice vulgarmente, no corta el bacalao. ¿Qué es hoy un caballero a caballo, por más competente que sea, frente a seiscientos aviones que bombardean con precisión?

—Son cualquier cosa menos precisos —dice el Caballero Marrón—. Causan muchos daños, en efecto, pero no son precisos. Destrozan la tetera y no aciertan en el depósito de petróleo.

—¿Es eso cierto?

—Totalmente cierto. En una época fui piloto. Lo dejé porque, aunque el combate aéreo individual conserva algunos de los atributos de un combate caballeresco, no es lo mismo. Una ametralladora no es una arma atractiva.

Ginebra en la cama con el Caballero Marrón.

—Maravilloso —dice la reina—, el mejor con mucho de todos los que he echado.

Me llaman capuchino, de Daniil Jarms, editado por Automática Editorial en 2012. En una entrada del blog escribo sobre esta obra singular de la literatura. La potencia abruma. Cuánto oxígeno para la imaginación. Una obra que considero «metro» para medir libros de relatos. Muy sorprendido me dejó este descomunal Jarms. Algunos fragmentos, como he señalado, están en este post, que os invito a leer.

El arte de la memoria, de Frances A. Yates, que fue editado por Siruela en 2005. Cuando no existía el papel, cuando no existía ni el lápiz y el papel era necesario recurrir a la memoria. El libro es un recorrido desde que el poeta Simónides de Ceos, quinientos años antes de Cristo, recurriera a la asociación de imágenes y lugares para recordar dónde se habían sentado los comensales en un palacio después de un terremoto. Y de ahí a la Edad Media, la imaginería, los tratados de memoria, don Santo Tomás de Aquino, El Teatro de la Memoria de Giulio Camillo, el Renacimiento veneciano, el lulismo, Giordano Bruno, el ramismo, Robert Fludd y el método científico en el arte de la memoria. Sí, es un soberbio ensayo que me embelesó sobre todo en su primera parte. Este libro entró en mi esfera lectora porque le leí a Coetzee que contaba que el escritor Gerald Murnane fraguó su propio sistema de memoria a raíz de la lectura de este ensayo allá por 1966. Este detalle hizo que entrase pronto en mi lista de próximas lecturas, y entró; además, estaba en la biblioteca pública. Considero comprarlo y tenerlo en casa. Es un gran libro, un libro favorito, como los cuatro anteriores, para tomarlo de vez en cuando y sentarte en el sillón con él. Escribí un divertimento sobre él a raíz de un tuit de Inés.

El hombre no puede entender sin imágenes [phantasmata].

Y hasta aquí la lista de los libros favoritos de 2016. Las fotografías, además de ilustrar el post, me servirán para el fondo de pantalla de la única red social que me sirve: Twitter. Se quedan cerca otros libros, pero una lista, tiene que ser una lista sincera.

Feliz Navidad.

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