Higinia resulta repulsiva

«Galdós lee las informaciones de varios periódicos sobre los crímenes, que a veces llenan páginas enteras; acude a los tribunales y desde los asientos de la Prensa lo observa todo: los magistrados, el público, los acusados. Higinia, la del crimen de la calle Fuencarral, «era de complexión delicada, estatura airosa, tez finísima, manos bonitas, pies pequeños, color blanco pálido, pelo negro…, ojos hermosos…, nariz perfecta…, la mandíbula inferior destruye el buen efecto de las demás facciones. La frente es pequeña y abovedada, la cabeza de admirable configuración. Vista de perfil, y aun de frente, resulta repulsiva. La boca, pequeña y fruncida, que al cerrarse parece oprimida por la elevación de la quijada, no tiene ninguna de las gracias propias del bello sexo. Estas gracias hállanse en la cabeza, de configuración perfecta, en las sienes y el entrecejo, en los parietales mal cubiertos por delicados rizos negros. El frontal corresponde por su desarrollo a la mandíbula inferior, y los ojos hundidos, negros, vivísimos cuando observa atenta, dormilones cuando está distraída, tienen algo del mirar del ave de rapiña». Los detalles no terminan aquí. Galdós, con fruición, anota su actitud, su voz, su lenguaje, y nos deja un espléndido lienzo pintado del natural. Asistir a los tribunales no le basta. visita a los enjuiciados, va a ver a sus familiares.»

Texto extraído de la obra de Joaquín Casalduero titulada Vida y obra de Galdós (1843-1920) editada en 1974 por Gredos.

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