HOY HE LEÍDO una entrevista de Carl Honoré, líder, embajador y divulgador del Movimiento Slow. La vinculo al final del post, por si te apetece leerla. En ella se citan tres libros de los que me gustaría leer alguno, por ejemplo, este: Elogio de la lentitud (2013). ¿Por qué quiero leer Elogio de la lentitud? Porque quisiera compararlo con el de Pierre Sansot que ya tengo en casa y que leí hace muchísimo tiempo: Del buen uso de la lentitud (1999). ¿Por qué no descubrir más argumentos que me sirvan para ralentizar un poquito la vida? Porque más rápido no se puede ir, más rápido no nos pueden hacer ir, ni estar más hiperconectado, ni menos enfocado. Así es imposible leer todo lo que quieres leer, ni podrás pintar todos los cuadros que quieres pintar. ¡Ay! si te devolviesen todo el tiempo que te están quitando… Y claro, las consecuencias son trágicas: tampoco paseas y no pasear supone que no llegas a sentarte en el banco del parque, y no sentarte en el banco del parque supone no pensar ni reflexionar y no pensar supone no escribir, ¡nada!, no escribes nada, prefieres contestar, ya sentado, un puto whatsapp de alguien que te cae mal y que verás mañana con toda seguridad. Y liarte. Y así, la idea, chispa y sugerencia de la musa, celosa, se evapora. Así no escribes con originalidad, por supuesto. Así no escribes nada, nada de nada. Bueno, sí, whatsapps y tuits. ¡Qué guay! «Vivir y saborear la vida debe ser esto, la hiperconexión y el desenfoque en todo, así es como hay que vivir la vida», te susurras. Es un ejemplo.
HOY TAMBIÉN HE LEÍDO, junto a esta entrevista, un artículo de Mertxe. Lo que la velocidad le hace a tu cerebro y cómo el estrés lo está dañando. Más argumentos pro Slow.
Y claro, empiezas a sumar causas y puedes entender por qué no se leen tantos libros como antes —ni tú los lees ni los zagales quieren— a pesar de que, cuando te decides, apagas cinco de los diez artilugios que te rodean; menos mal que tú eres de los que cuando sales a la calle, abandonas el móvil en el cajón del mueble de la entrada y te echas un libro o el Kindle al bolsillo. El truco es sencillo pero eso lo haces tú y solo tú entre un millón porque cuesta.
Hoy se escribe tanta literatura fastfood por eso, ¿qué te creías? Por no usar la lentitud. Demasiados escritores ni saben usar la lentitud ni quieren saber cómo se usa; tampoco saben aislarse, ni saben entretenerse con un párrafo toda una tarde. Pero este es otro tema, y otra tesis. Me lo apunto. Hoy tocaba escribir este fastpost porque es lunes y no se crean, ha sido escrito gracias a que estreno Slow Mode.
Y el vínculo aquí, no lo olvido: la entrevista de Carl Honoré.
Imagen cortesía de Giacomo Balla.
Sin precipitarse, apresurándonos despacio!
Me gustaMe gusta
Por supuesto, Jesús.
Me gustaMe gusta
Gracias, soy de las que defienden el tomarse tiempo para disfrutar. Leeré la entrevista
Me gustaMe gusta
En esa entrevista hay sugerentes indicaciones. Y si tienes hijos, no dejes de releer lo que acerca de ellos nos sugiere este tipo. Hoy hay muchos niños que no tienen tiempo, que dicen que no tienen tiempo para jugar. Es terrorífico.
Gracias por la visita, MaríaÉ
Me gustaMe gusta
Hola:
Comparto totalmente el espíritu del post. Más que nunca, hoy la lentitud es un esfuerzo consciente, no algo que nos venga dado. Sin ir más lejos, a mí me encanta leer, he leído toda mi vida y pretendo escribir… Sin embargo, tengo qeu hacer un esfuerzo para ponerme a leer en lugar de contestar whatsapps, me ha llamado la atención el ejemplo que has puesto porque es literalmente lo que me sucede…
La lentitud también es un músculo que se puede ejercitar, aunque, la verdad, lo tengo (o tenemos, como sociedad) tan agarrotado que a veces ni lo siento.
Un saludo,
Pablo
Me gustaMe gusta
Me alegra que te haya gustado el ejemplo, Pablo. Está sacado de la experiencia cotidiana. Bienvenido al blog.
Me gustaMe gusta