Es el inicio del relato lo que me asustó. Me agobió. Una ficción que agobia tan pronto no es saludable. Pero menos saludable —pensaba en el término de nuevo— es la bollería industrial, la bollería literaria industrial que los lectores de este país devoran como primer plato cultural. No quiero cambiar nada. Hoy solo escribo sobre un cuento –en el fondo aborrezco la palabra relato— original. Un relato original tiende a escaparse de entre el pensamiento, de entre tu entendimiento que se vuelve obtuso porque no quiere dar cabida a más dureza, a que la dureza de la vida y de la rutina y de la situación laboral del personaje se instale tan bien en la ficción como en la realidad.
La desesperación del personaje asusta. Ese ateísmo destroza cualquier perspectiva humana. Bueno, es nihilismo. Es un relato pesimista del sujeto, de quien sobrevuela sin discernir su paso por la vida. Su rastro en el tiempo, la búsqueda de un USTED que sí perteneció a un SUJETO. Se idea la desesperación con esa única, anónima y rotunda idea: SUJETO. Un personaje que nada entre el hedor real y el inmovilismo y la imposibilidad de dirigirse a cualquier otro sitio; hacerlo significaría la muerte, quizás por infarto, por la intensa opresión en un pecho desvencijado por la rutina y las series de los números —pares, impares y verdes, por ejemplo— con las que la realidad se entierra.
La búsqueda de un USTED para un SUJETO.
Bravo, Javier. No siempre el que es mejor es reconocido como USTED, ni aunque TODOS nos detengamos para aclamar la evidencia contrastada: “Aquí trabajó un gran ____ que hizo muy bien su trabajo”.
En definitiva, original. El cuento es muy original. La gran hélice temática de la desesperación y angustia vital, el voluntarismo, la losa de la culpabilidad aceptada porque sí, que es simple y es un crudo acto vacío de sentido a través del tiempo que “solo avanza gracias a su fuerza de voluntad”.
Mientras leía, me parecía estar en el puesto contiguo al del personaje. Parecía que estaba en el 217-A. He vivido desde esa posición el relato, me he desesperado con él y no me olvido de él. Es un grito desesperado por aquilatar de esta o aquella manera una existencia vacía, ahogada en la rutina y en la falta de sentido, desesperante y desesperada, estupefacta y putrefacta.
Otra vez: ¡Bravo, Javier!
¿Bravo por qué? Porque el ambiente de relato oprime y el lector pueda llegar a sentirlo.
Termino. Antes me ha dado por mirar la línea del tiempo infinita que me muestra Twitter. Lo hago en un Nokia rojo. El dato es insignificante; que sea rojo, que sea Nokia, que lea Twitter pero encuentro al azar, después de dos pasadas con el dedo, un tuit de Vicente Luis Mora que parecía destinado a coronar esta reflexión, esta carta sobre tu cuento, Javier:
«El oro de la escritura / nacerá de lo insignificante», Pureza Canelo.
— Vicente Luis Mora (@MoraVicenteLuis) Mayo 31, 2014
Comentario al cuento de Javier Avilés titulado Sujeto que Enrique Vila-Matas publicó en su web y que lo ilustra con las mejores fotografías en blanco y negro. Si quieren y tienen media hora, pinchen.