Alabanza, de Alberto Olmos

Trust this lover?El día que había elegido para escribir la entrada sobre Alabanza, de Alberto Olmos, el suplemento del grupo Prisa, Babelia, y por obra de un tal Paco, publicaba una crítica negante del arte contenido en la última novela del escritor segoviano.

Quizás recuerde por mucho tiempo el resentimiento y las toneladas de pizquitos de envidia que hacia el autor segoviano mostraba Paco, vuestro Paco. Revelar tanta inquina y desprecio le incapacitaba para seguir escribiendo sobre Alabanza. A mí me sucede lo mismo, pero al revés. ¿Por qué? La razón es muy sencilla. A mí Olmos me hizo lector de toda su obra por la primera novela que escribió, A bordo del naufragio (comúnmente conocida como ABDN) pero esto es una fijación y las fijaciones, fijaciones son. Además, revelo el final del post: Alabanza me ha gustado.

La reseña de Paco es injusta. Escribir «la reseña de Paco es injusta» es un juicio corpuscular dentro de la corpulencia de los juicios que se escriben en Babelia y en algunos blogs adscritos a la corriente cultural denominada —porque ellos SÍ saben de literatura y tramas— Caña Mala.

El arte. El quid es el arte con el que un escritor escribe un librote. A mí me ha gustado Alabanza pero menos que ABDN; pero esto, hemos escrito antes, es una fijación.

El caso es que cuando terminé de leer Alabanza me sobrevino una tormenta de ideas que mojaron las carillas de tres cuartillas. Y resultó esto:

La dependencia de internet, el clasismo de los que son de capitales de provincias y estados, porque es en la capital donde nadie folla con ovejas, el barroquismo del verbo conculcar, el abuso de la red y la net sobre nosotros porque más que enamorado de ti de quien estoy enamorado es de internet. Y aquí tienes a un escritor que tiene los cojones de echar 5000 folios a la maleta porque ya sabemos que son muchos los folios y muy pocos los buenos cuentos. Pero al escritor no lo redime ni el dios literario ni la diosa de las bragas verdes, que era griega, por cierto. Y no llevaba ni catorce páginas cuando se produjo una primera ráfaga de luces largas, un párrafo que me confundió: «¿qué estoy leyendo, ABDN o Alabanza?» Era una fijación.

Escribo arriba, a la derecha de la primera cuartilla: «¿Para que exista novela contemporánea es necesario el sexo?». Para que exista profesor de escritura creativa sí es necesario follar con las alumnas y Silvia era alumna de un taller donde la grasa y los tornillos son las palabras con que se fabrica escritura.

Más que por azar, es el albur el que hace que la gente se empareje, Sebastian; y bajo la sombra de un olmo, porque es el árbol con más dignidad, Sebastian. El amor es dignidad y mucho respeto y aguante del bueno.

En Alabanza queda retratada la inseguridad de los personajes, bueno, del personaje que se llama Sebastian que es escritor y que es el escritor que se escribe y que emplea muchas páginas para decir si va a escribir o no va a escribir una novela. La escribe. Pero lo que de verdad brilla es el piercing de la chavala que es el remache o un «colmo» para que no se volatilice tanto vacío existencial y tanto tantísimo nihilismo.

Obsesión por el párrafo, escribo en mis notas que continúan con un si os dejaseis de imitar los unos a los otros… La verdadera obsesión es luchar por alcanzar la cualidad de ser escritor. La novela también va de eso. La novela resume ese mundillo medio putrefacto.

Pero llega el amor, la escritura y exo donde exo es la obsesión del Sebastian adolescente por ser fosforescente con las zagalas, a todo él.

Pero Claudia es salvada —esto es una oración pasiva— por un camión que llega al pueblo y que reparte lo que reparte internet: vida, cotilleo e información.

Los días transcurren. Unos son de ella y otros de él. Cuando son de él hay cuentos de batallitas con niñas de falda corta y exo. Versiones de nancys, descripciones acertadas y accesibles de una mujer que quería volver con un tío normal y no con el gilipollas de Sebastian.

Me gusta leer con el RAE abierto. Alabanza te obliga a tener el RAE abierto, como un mapa donde el misterio es, si lo ves bien, un bestseller, un superventas que debe ser arrojado por la ventana para que la fiebre siga.

La fe en la literatura que muestra Sebastian es una fe débil, una fe en la que el escritor sabe que no podrá vivir de lo que escribe por mucho Salinger que se crea. Y llegamos al día 3.

En la página 85 elucubro un final: Sebastian y Claudia se separan. Pero… aparecen unas viejas levíticas.

A estas alturas de la novela los personajes tienen tantas ganas de entrar en internet como ganas de… pero pasean por el pueblo poblado de ancianas viudas que visten de negro por los siglos de los siglos amén, podría haber dicho Markson.

¿Quién quemó la iglesia de Santa María? ¿La semántica de la página en blanco? Y vuelven las pollas a inundar el texto. Así es imposible saber a ciencia cierta quién quemó la iglesia ¿Fueron las pollas o el/la dildo? No lo sé. La RAE tampoco.

Más novias. Más historias. ¿Qué haría un escritor sin sus alumnas de taller? No ser nada. No podría explicar la ¿semiótica? de la polla. Qué pornográfico está quedando la entrada. Verás como la lea mi madre. Decía que el personaje se pasa recordando viejas novias como si así resolviese el problema que tiene: empezar a escribir como escriben los buenos escritores.

Más días. Más días hasta que llegamos al cuarto día donde Sebastian lleva cuatro días sin escribir pero tiene la capacidad y el poder para introducirse en otra semántica, en la del juicio generalizado contra los curas, las monjas; es lo de siempre y que si los jamones que tenían escondidos en los conventos no eran jamones sino sudarios… Claudia, mientras, escucha qué sucedió de verdad y parece que sabe ya quién quemó la iglesia. Más erotismo, más misticismo. Sin internet.

A la novela le sobra metralla pornográfica. Y lo digo. Lo pornográfico no vende como antes por una razón: está Facebook, ¿quién va a vender más pornografía que Facebook?

Después de diez años de relación, ella riega. El dilema es cómo de enamorado hay que estar para soportar a un hombre que echa en la maleta 5000 folios con la intención con la que cada cual narra su vida, especialmente los años mozos, los años de universidad o la estancia ocasional en otro país… el espejismo de creer que, porque somos los únicos que podemos contar, somos el que es contado.

Mientras, Claudia, busca internet por el pueblo sin preposición “en”.

Siguen buscando locas que queman iglesias. Parte tres. Markson resucita (cómo mola Markson), los blogs existen y ¿es Alabanza la falta de autoestima del personaje principal? Si hubiese sido el agente del escritor le hubiese sugerido titular la novela Era autoestima (de Sebastian, de una quemaiglesias que sostiene una parte de la trama junto a una mujer que, sin internet, cree residir en un desierto aunque le satisface comprobar que el mundo pesa más y brilla más sin corriente eléctrica, es decir, sin internet. Claudia representa el aquí está mi pueblo (y mi coño) que a mí me nacieron en el 70 pero emigré. Sufre la alhajuela trasnochada de “cierto” machismo de Sebastián pero sabe protegerse buscando que si miseria que si viejas negras con maridos que quemaban iglesias porque pensaban —¡ay que solo lo pensaban, ya lo dije!— que dentro había jamones que ni la Fe ni las gachas…, ¡bah! Pero la iglesia ardió y Claudia regaba el jardín por las mañanas. La tormenta traía tierra. La tormenta traía metralla pornográfica. Alguna polla con vagina, frita y limpia. Lo que peor. Lo que peor llevo en la literatura son las espirales de pasta).

¿La trama? Léanse el libro. A mí me pagan por escribir estas entradas sobre los que me divirtieron y me gustaron.  Alabanza me gustó aunque me hubiese gustado más —qué le vamos a hacer— sin esa metralla; ni que fuesen galactófagas.

4 comentarios en “Alabanza, de Alberto Olmos

  1. En serio te pagan por «cosas» como esta?
    Más allá del estilo de tu reseña, tu optimismo merece mención; el amor que te despertó ABDN por Alb es el culpable de tu posterior objetividad hacia la obra del autor. El talento de los demás tiene un pase. Ejército enemigo tiene pocos claros y muchas lagunas, por no mencionar la trama, endeble por donde se lea. Alabanza me ha obligado a leer otras cosas para distraerme de tan coñazo de libro. Alberto Olmos está en el tope de su creatividad, y ni su mejor obra, sea cual sea, alcanza un nivel destacado. Creo que su fuerte está en la crítica literaria, por mucho que luche por abrirse una puerta en la literatura con mayúsculas.
    En pocas palabras, creo que, ahora sí, Alberto Olmos está «A bordo del naufragio».

    Un saludo.

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    1. Billy, no escribo reseñas. No sé escribir reseñas. Las reseñas son propias de los medios de papel timbrado y verjurado. A mí, ninguna novela me despierta amor sino simpatía, ganas de seguir leyendo qué más ha escrito el autor. Eso sucedió con ABDN y El Estatus. Olmos me gusta como escribe y me gusta más cómo expresa lo que piensa en sitios como hikikomori y malherido. Ten en cuenta que cuando un escritor decide escribir una novela, son sus personajes los que actúan. No pierdas la perspectiva. A lo mejor te ha resultado coñazo Sebastian pero porque Sebastian es así de coñazo. No confundas términos. Suelen desbarrar quien asocia autoría con acción de personajes.
      Ya está. Este es el último anónimo al que he contestado.
      Pasa buena tarde y te pregunto, ¿tienes por ahí alguna novela?
      Un saludo.

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